(Artículo publicado en Viva Jerez el 8/11/2012)
Acuñado hace 7 años, el término mileurista era “en aquel
tiempo” sinónimo de joven trabajador en precario, que “únicamente” cobraba en
torno a los mil euros. Todos recordamos este término como peyorativo. Jóvenes,
aunque sobradamente preparados, que optaban a este tipo de sueldos por carecer
de experiencia pero con la mirada y el horizonte puesto en lo que habían
conseguido sus mayores, que tenían unifamiliar con jardín y chimenea, piso en
la playa, dos coches y amigos en el banco que les concedían créditos. Si, eran
otros tiempos, otras circunstancias económicas en las que este país se miraba
de frente en el espejo de las grandes potencias mundiales, aunque después el
tiempo nos demostró que se trataba de uno de esos espejos de feria que deforman
la realidad en un ejercicio de autoengaño.
Hoy
uno de cada dos jóvenes está en paro y ganar mil euros al mes se ha convertido
en una aspiración para muchos que atesoran títulos universitarios, masters,
cursos, idiomas y conocimientos informáticos pero que carecen de la oportunidad
para demostrar su valía. Se trata de una generación perdida en la vorágine
macroeconómica que ha dinamitado los pilares de este pretendido primer mundo.
La generación mejor preparada de la historia pero que no ve perspectivas a
medio plazo y que se atrinchera en casa de unos padres que hacen malabarismos
para llegar a fin de mes. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo hemos llegado a esta
situación? ¿Quiénes son los culpables de todo esto? Probablemente todos y cada
uno de nosotros. Por creernos el cuento de que éramos nuevos ricos. Por
endeudarnos hasta los dientes aceptando del banco créditos exorbitados y ya los
pagaré con mi nómina fija. Por vivir en el hoy y en el ahora sin pensar en el
mañana. Por suprimir los términos ahorro y prudencia de nuestro vocabulario.
Por no darnos cuenta de que éramos y vivíamos entre gigantes con pies de barro…
Y hoy, nuestros hijos, asistidos por la fuerza de la razón, nos piden
explicaciones aludiendo a la herencia envenenada que les hemos legado y que
hemos anclado con fuerza a su futuro. Explicaciones que no podemos darles
porque no nos salen las palabras ni las cuentas, porque estamos pendientes de
que un ere acabe con los pocos sueños que nos quedaban y a ver quién nos
contrata ahora, con la edad que tenemos y con las necesidades económicas que
nos hemos generado. Y entonces qué va a ser de nosotros… y de ellos. Les hemos
criado entre algodones, dándoles lujos que nosotros nunca tuvimos,
prometiéndoles un mañana sin problemas. Y ahora, esta sociedad de la que todos
formamos parte, les enseña el escaparate del éxito pero, a su vez, les amarra
las manos y los pies para que no puedan ni siquiera acercarse a tocarlo. Y te
los ves mandando curriculums de varios folios, dispuestos a casi todo… por casi
nada. Soñando con ser mileuristas. Sin un horizonte claro, pero al menos,
mileuristas…
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