Probablemente haya sido una de las mayores campañas en
muchos años que debería ser estudiada en las Facultades de Comunicación,
Publicidad y Marketing. Nunca tan pocos, con tan pocos medios y sin argumentos
de peso han llegado tan lejos. Hablo del famoso autobús naranja de la
asociación “Hazte oír”. Tan solo hizo falta un mensaje provocador en un autobús
recorriendo las calles de Madrid y como por arte de magia se produjo el milagro
multiplicador y la protesta ha llegado a todos los rincones de este país y de
medio mundo. Y ese mensaje que habrían visto cientos o miles de personas en la
capital de España y que habría pasado desapercibido para la mayoría por
ridículo y pasado de rosca, se propaga exponencialmente por las radios, la
prensa escrita, televisiones y por supuesto por redes sociales, páginas webs,
blogs, whatsapp… llegando pues a millones de personas en cualquier rincón del
país, algunas más moldeables que otras.
Después llegan los políticos, que se
apuntan a un bombardeo, y la Iglesia, y las asociaciones igualitarias, y los
sindicatos y los colectivos LGTB y lanzan proclamas acertadas contra el ya
famoso autobús en concentraciones, en ruedas de prensa y en sus propias redes. Y
salen los responsables de “Hazte oír” en entrevistas en todas las televisiones,
junto al autobús, argumentando su mensaje. Y se reabre un debate que estaba
zanjado hace mucho tiempo dando alas a los que habían aparcado un asunto que,
dicho sea de paso, ya estaba ampliamente superado ¿Que hay un autobús lanzando
un mensaje que puede atentar contra la legalidad vigente? Pues se denuncia ante
la justicia y que decida. Y punto. Sin más recorrido, ni proclamas, ni
exaltaciones públicas. Les invito a que escriban la palabra “autobús” en Google
imágenes. Verán que aparecen decenas, cientos de fotografías de este autobús
naranja ¿Qué se ha conseguido? Dar publicidad a cuatro retrógrados que, motu
propio, nunca habrían ocupado ni dos líneas en una revista de barrio. Su efecto
multiplicador ha sido efectivo gracias a todos nosotros.
Debemos comprender que
si cada vez que algún “iluminado” decide provocar a la sociedad con alguna
barrabasada le damos cancha mediática, realmente le hacemos un favor elevando
el mensaje a una categoría que no merece. Seguro que recuerdan la archiconocida cita de Oscar Wilde: “Hay solamente una
cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. O el dicho
de aquella folclórica “Que hablen de ti, aunque sea mal”. Imaginaos si esta
asociación hubiera tenido que afrontar los gastos económicos de una campaña
publicitaria de tal magnitud. Impensable.