Hola ¿Qué te ha pasado? Tienes la pierna enyesada. Pues
mira, fue la semana pasada. Esto era que iba yo escalando uno de los picos más
altos en los Alpes suizos, intrépido que es uno desde chiquitito, cuando a
media tarde se levantó de improviso una gran tormenta. No me amilané. Yo iba
solo, valiente que es uno, sin guía ni GPS, que eso es para los pusilánimes que
no tienen el espíritu aventurero que desde siempre me ha caracterizado. En esto
que un rayo cayó cerca de mi posición y provocó un enorme alud que se
desplazaba rápido hacia el lugar donde me encontraba. Debía actuar rápido. La
tragedia se mascaba. Presto me giré y busqué con la mirada un lugar donde
refugiarme. Y lo hallé a varios metros. Se trataba de una cavidad rocosa, una
pequeña cueva justo tras un desfiladero bajo el cual no se veía el fondo. Corrí
hacia ella raudo y justo cuando el alud llegaba logré saltar los 6 metros del
desfiladero y caer tras las rocas que me sirvieron como refugio del intenso
alud que me sobrevino. Fue en esa caída cuando me partí el pie y por lo que
ahora me ves con la pierna enyesada hasta la rodilla.
Estuve cuatro días en
aquel lugar, una cueva de poco más de un metro cuadrado, lo justo para moverme,
soportando temperaturas de 30 grados bajo cero, sin nada de comida y peligrando
mi vida, pero mi innata valentía me hizo aguantar con tan solo 150 mililitros
de agua y una chocolatina. Tras ese tiempo, y cuando comenzaba a desfallecer, vi
a lo lejos un helicóptero de salvamento justo cuando comenzaba otro alud. Con
dos palitos que encontré cerca, hice fuego para avisarlo y tras un dificilísimo
rescate de montaña, logré asirme a la canastilla que lanzó el helicóptero
segundos antes de que me atrapara el alud. Después el papeleo de la embajada,
la llamada del ministro, y la vuelta a casa. El aeropuerto era un clamor. La
gente con pancartas de “Todos somos Esteban” y “Te queremos, eres el mejor”. La
prensa nacional e internacional me dedicó reportajes, las entrevistas en la
televisión. En fin que así es cómo me hice esta lesión en el pie que ahora ves
y…
Paré aquí la historia porque mi amigo no tenía cara de creerse nada de lo
que le estaba contando. ¿Qué no te lo crees? ¡Vaya, que poca fe tienes en mí,
de verdad! ¡Ten un amigo para esto. Qué decepción! Levanté la cabeza y
entornando los ojos me fui de allí a saltitos, con el apoyo de las dos muletas
y con la pierna enyesada hasta la rodilla. Claro, es que contar que me caí en mi
propia casa, de una escalerita de dos peldaños, al coger un libro y que me partí
el quinto metatarsiano (el hueso del dedo chico del pie izquierdo, para que nos
entendamos)… reconozco que es de lo más tonto y absurdo, pero es lo que
realmente sucedió. En cualquier caso estarán conmigo en que de vez en cuando
hay que exagerar un poco ¿no?