Que no. Que no me vale que te ampares en lo moderno y lo guay
que eres para hacer lo que te venga en gana. Que por encima de todo está la
buena educación y el respeto a los demás, que es lo que nos enseñaron nuestros
mayores. Ya está bien. Me revuelvo escuchando las sandeces de unos pocos
soplagaitas que creen que ahora todo vale. Que los valores son cosa del pasado.
Si. Os hablo a vosotros que os amparáis en la libertad de expresión para
insultar o vejar a cualquier hijo de vecino porque os da la gana o porque os
cae mal. A vosotros que lanzáis tacos cada vez más altisonantes porque ahora es
la moda. A vosotros que os cagáis en todo. Quiero que sepáis que mucho nos
costó a los españoles recuperar ese derecho para que ahora lo utilicéis
torticeramente para pisotear credos, ideas o pensamientos alejados de vuestro
progresismo, a mi juicio, mal entendido.
A estos de los que hablo alguien
debería leerles en voz alta la definición que la RAE tiene para las palabras
moral y ética. Pero dudo que las entendieran a la primera. Lo que más me duele
de esta sociedad en la que me ha tocado vivir, es la laxitud que arrastra; el
cansancio que soporta debido, probablemente a un hartazgo provocado por la mediocridad
y la sinvergonzonería de una clase política que ha dado concesiones a diestro y
siniestro hasta llegar a este punto del todo vale. Un estado de ánimo que da
alas a unos tipos indefinidos que enarbolan banderas indefinidas y que se
amparan en principios que carecen de principio ¿Saben a qué me suena todo esto?
Seguro que recuerdan cuando el profesor se marchaba de clase. Entonces, los
alumnos aprovechábamos para subirnos a los pupitres, y tirábamos bolas de papel
y hacíamos caricaturas en la pizarra.
Pues bien, en este país los profesores
(entiéndase la metáfora) han salido del aula o bien miran a otro lado. Y los
alumnos, como adolescentes que son, se rebelan contra todos y contra todo. Esto
hay que cambiarlo, dicen. Lo bueno es lo que digo yo y lo malo lo que tú dices.
Y punto pelota. Y que nadie les diga nada que encima nos dicen que somos unos
antiguos, unos fachas o unos reaccionarios. Precisamente a muchos que, por
nuestra edad, vivimos la transición y luchamos por conquistar unas libertades
que ahora les sirven a ellos para parodiar y ensuciar todo lo que se ponga en
su camino. Respeto, moral, ética, valores, educación… ¿Tan difícil es de
comprender? Como cantaba Víctor Manuel “Aquí cabemos todos… o no cabe ni Dios”.