Vives deslumbrado por la falaz trampa de la fama. Por esos sueldos de revista. Por esos frikis de platós televisivos en “prime trime” que se abrazan a esos quince minutos de gloria que preconizara Andy Warhol. Eres víctima de una corriente nefasta, destinada a hacerte creer a los de tu generación que la fama y el dinero son fines en sí mismos y que su obtención está “al alcance de todos los españoles”, como anunciaba el No-Do.
Sí, te hablo a ti, joven adolescente que contemplas la realidad global desde la pantalla de tu televisor u ordenador, y que sueñas con poseer todo a cambio de nada. No te culpo. Es lo que te venden. Pero todo es una gran mentira, una gran trampa envuelta en papel couchet, con coches de exposición, casas de ensueño y vidas de color rosa que nunca podrás tener porque sencillamente solo existen en un mundo imaginario que bien podría ser el que se nos mostraba en el “Show de Truman”. Un mundo de pompa y boato abarrotado de famosas cuyo único mérito fue contar sus miserias de cama o desnudarse en las revistas, ex presidiarios que recibieron pingües beneficios en exclusivas por contar sus peripecias delictivas en la tele, personajillos sin oficio ni beneficio salidos del Gran Hermano… Especímenes que aparecen y desaparecen de la escena pública pero que dejan una nociva estela difícil de apagar. Famosillos de tres al cuarto que venden su alma al diablo de la fama y que, con su ejemplo, dinamitan desde la base la necesaria formación que el joven debe poseer ante la vida real que se le avecina, basada en el mérito, el trabajo y el esfuerzo.
Sí, te hablo a ti, joven del siglo XXI. No quieras reflejarte en un espejo de feria, en una realidad alternativa e irreal que premia la incultura más soez y el dinero fácil. A medida que cumplas años y te enfrentes de cara al escenario de tu vida, te darás cuenta de lo que te digo. No, no te hablo de esos famosos que lo son por haberse esforzado en el deporte, en la música o en cualquier ámbito del trabajo serio y honrado. Te hablo de esos que alcanzan la fama por gritar o insultar más que nadie. Esos que cuanto más hagan el imbécil, mayor audiencia le dan a la cadena de turno. Esos pobres desgraciados sin oficio ni beneficio que, en algunos casos ocultan su ignorancia contando miserias, y en otros, las airean a los cuatro vientos cual bufones de palacio. Prepárate para la vida. Fórmate y aprovecha la aldea global que tienes a un clic de ratón para ser lo que quieras ser. Lo demás, es todo mentira. Esa vida de revista desaparece justo cuando se apagan los focos y esos frikis vuelven a una vida vacía y, como dijera mi adorado Joaquín Sabina “Con su alma en la almoneda”.