miércoles, 20 de abril de 2016

LA MOTO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 21/4.2016)
Oiga, ¿092? Que me han robado la moto. Sí, aquí mismo, en la puerta de mi trabajo, en la Plaza de la Yerba. Acabo de terminar el curro y me disponía a cogerla para irme a casa. La dejé esta mañana y ahora no está. Sí, es una kimco color gris y con la matrícula xxxx. Sí, agente, tengo todos los papeles en regla. De acuerdo, muchas gracias. Colgué el teléfono aún con el temblique en las manos. No podía ser. Le tenía puesto el candado, ese gordo que compré en la tienda de los chinos y tampoco es una moto golosa de robar. Tiene años para dar y regalar. Pregunto a mis compañeros de trabajo. Nadie sabe nada. Todos los días la dejo en el mismo sitio, enfrente del trabajo, junto a las otras motos. Y, qué casualidad, todas están en su sitio, menos la mía. 

Doy una vuelta por los alrededores pero ni rastro. Vuelvo a llamar a la policía local. Aún no se sabe nada, ya le avisaremos si hay noticias, pero le aconsejamos que ponga denuncia en comisaría. Así lo hago. Una hora después (ya son las cinco y aún no he comido) vuelvo a llamar al 092. Nada. Me voy andando a casa. Es abril pero vaya calor que hace. 24 grados a pleno sol. Por fin llego y como algo rápido. Se ha pasado la hora de la siesta y vuelvo a llamar. El agente, algo enfadado ya, me dice que no llame más, y me repite la cantinela de que ya me avisarán cuando sepan algo. Reviso mis papeles en busca del seguro, pero la póliza no cubre el robo. Y no están las cosas como para comprarme otra moto. Así que a patita a partir de ahora. ¿Y si la han desguazado y ahora el manillar, el faro y las ruedas están cada uno por un lado? Y si la han quemado en algún descampado? Era vieja, pero le tenía cariño. En las cuestas se venía abajo, pero aguantaba el envite y al final siempre las subía. Quizá debí mimarla más en sus últimos meses. Debí limpiarla y cambiarle la bujía y el aceite y arreglar la pata de cabra. Cuántos buenos ratos pasé con mi moto. 

Pero, en fin, son ciclos que pasan y terminan. Siempre la aparcaba aquí, a la puerta de casa, y cuando llovía le ponía un plástico para que no se mojara. La echaré de menos. Con ese runrún del motor que tenía cuando la arrancaba… Esta mañana, sin ir más lejos… ¿O fue ayer cuando…? Recuerda, Esteban, recuerda. Salí a las 8 y llegué al trabajo poco después. Y la aparqué, como siempre, en la Plaza de la Yerba ¿O no? Piensa Esteban. Ahora recuerdo, el aparcamiento lleno y… ¡Dios!. No la aparqué allí, si no en calle Armas. Sonrío ¡No me la han robado! ¡Vaya despiste! Suena el teléfono. Es la Policía Local. Oiga, que hemos encontrado su moto. Está cerca del lugar de la sustracción… en calle Armas. Está intacta. ¡Hay que ver, cómo son estos ladrones!, digo en voz alta. Le quitan a uno la moto para dejársela varios metros más allá. Gracias, señor agente. Es nuestro trabajo, caballero…

miércoles, 13 de abril de 2016

CONCHA VELASCO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 14.4.2016)
Octubre del año 2000. El Villamarta acogía la obra “Las manzanas del viernes”, con Concha Velasco y Encarna Paso. El día antes fui a su rueda de prensa. Me encandiló la sonrisa de la “Chica Ye-Ye”. Una señora, entonces de 61 años, que atesoraba el encanto, la elegancia y el carisma tan propio de los artistas con mayúsculas. Cuando acabó, me acerqué y la invité (osado de mí) a entrevistarla esa noche en Onda Jerez. Mi sorpresa fue que accedió. Y allí estaba yo. Sentado en el plató, en directo, con la “Chica de la Cruz Roja” sentada a mi izquierda y a punto de comenzar. Tenía todo preparado. Me había pasado horas recopilando información que había resumido en quince preguntas en los dos folios que tenía sobre la mesa. Y comencé “Damos la bienvenida a Concha Velasco que mañana actuará en el Villamarta”. “Usted interpreta en esta obra a…” Y en ese momento, sin querer, deslice los brazos y los folios cayeron al suelo. Toda la información, las preguntas… desperdigadas por el plató. Observé en el monitor que nadie se había dado cuenta,  así que tiré de dignidad y tragué saliva. 

“Decía que interpreta a una mujer cuyo marido la engaña…” Concha respondió desviando el asunto. Después pregunté: “La obra es de Alfonso Paso y Paco Marsó es el otro protagonista…” Concha siguió en su línea de simpatía y la entrevista, tras 15 minutos, llegó a su fin. Había “sobrevivido” sin papeles. La despedí y se apagaron los focos. Fue entonces cuando vi cómo Concha Velasco se echaba a reír mientras miraba los folios del suelo ¿Qué pasa? le dije “Que no has acertado ni una… La obra no es de Paso si no de Gala. Marsó no el protagonista, es el director… y así casi todo”. No sabía dónde meterme. Me había hecho un lío de aúpa y sin embargo, Concha mantuvo el tipo para no ponerme en ridículo. Me dio un abrazo y un consejo: “Si te hubiera dicho que te equivocabas te habría dejado en evidencia, te hubieras puesto nervioso, yo también lo habría estado y la entrevista habría sido un fracaso. Sin embargo, casi nadie se ha percatado de los errores” 

Al día siguiente me invitó a su camerino y nos reímos recordando los folios en el suelo. Luego asistí a la obra entre bambalinas. Años después, en 2006, regresó al Teatro con la obra “La Filomena Marturano”. Ese día me invitó a desayunar en el Hotel Jerez  y le regalé una foto de ambos en el plató, el día de la entrevista, con una dedicatoria que decía “Me olvidé de las preguntas pero de lo que nunca podré olvidarme es de tu sonrisa”.

miércoles, 6 de abril de 2016

LA FOTO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 7.4.2016) 
Créanme que he me ha costado decidirme por la foto que, desde hoy, acompaña cada jueves los artículos que escribo en esta tribuna de prensa. Estaba harto de oír toda clase de comentarios en torno al careto que aparecía en la anterior instantánea que, en un alarde de atrevimiento, alguien me perpetró mientras miraba absorto a una invitada a la que entrevistaba en Onda Jerez hace la friolera de siete años. “El artículo de esta semana, bien… pero la foto es de cuando hiciste la primera comunión…”. “Oye, estoy de acuerdo con lo que dices en tu artículo de hoy, pero dile a los del Viva que te cambien la foto, que ya tienes canas…”. En el mejor de los casos, culpaban directamente a la dirección de VIVA JEREZ por incluir una foto mía tan “antigua”, ante lo cual yo siempre me encogía de hombros, ponía cara de tonto (que me sale muy bien) y asentía con la cabeza a la vez que entornaba los ojos, emulando el “¿Seré yo señor?” del tal Judas Iscariote. En otros casos he llegado a emular a Pinocho afirmando que la foto es de hace unos meses tan solo… pero por ahora nadie se lo ha tragado. Eso sí, me ha crecido un palmo la nariz. En fin, que decidí hacerme otra foto y así acallar las críticas voces de amigos, familiares, conocidos, camaradas de juergas nocturnas, compañeros de fatigas y otros. 

Así que me puse manos a la obra y me dispuse a perpetrar otro autorretrato. Allí estaba yo, móvil en mano, haciendo selfies a diestro y siniestro, poniendo caras, de frente, de perfil, serio, sonriendo abiertamente, sonriendo picaronamente, haciéndome el interesante… Una tras otra las fui borrando de la tarjeta de memoria del móvil no fuera que alguien las pillara y las colgara en alguna web de terror o en la portada del Caso con una frase que dijera “se busca por feo”. Al final, se me gastó la batería y se hizo de noche. Y nada de nada. En esas estaba yo cuando se me ocurrió pedir ayuda a un amigo fotógrafo. “Porfa, porfa, hazme una foto” Debió verme tan desesperado que, sin mediar palabra, tomó su cámara profesional y se dispuso a sacarme una foto “decente”. Afortunadamente estamos en la era digital porque si no, al de la Droguería y Fotografía Quirós, la que estaba en la calle Consistorio, habría hecho negocio vendiéndonos carretes de 24 y 36. “Ponte aquí, ponte allí, sonríe, no sonrías, sube la barbilla, bájala…”. 

Desesperado por el resultado que veía en su visor cada vez que tiraba una foto, a mi amigo se le adivinaba el pensamiento “A este no hay por dónde cogerlo...”. Finalmente me mandó por mail sus 5 mejores, pero… ninguna me gustaba. Así que rebusqué en mi archivo y recorté la foto que ahora ven en la esquina superior derecha de este artículo, suprimiendo claro está a la persona que posaba junto a mí. La acabo de mandar y ya me estoy arrepintiendo. Porque la miro y la miro y no paro de pensar en la frase que un día me dijo otro buen amigo… “Esteban, mirándote… solo se me ocurre decirte que hay que tener ganas de tío…”.