miércoles, 18 de enero de 2012

ATACAO DE LOS NERVIOS


(Artículo publicado en Viva Jerez el 19/1/2012)
No lo puedo remediar. Me ponen de los nervios esos conductores que creen que en Jerez se paró el reloj hace cincuenta años y que transitan por las calles como si estuvieran a los mandos de un autobús turístico, o bien paran su vehículo en plena calle para bajar la compra del mes mirando con indiferencia la cola de coches que espera impaciente, o que se embelesan mirando el fugaz vuelo de una mosca mientras el semáforo ya hace un rato que se puso en verde. Me ponen de los nervios esos clientes de hipermercados que, a la hora de pagar en la caja, desatendiendo la larga cola que les contempla, buscan sin prisa el dinero justo de la compra en su monedero (céntimos incluidos) o bien la tarjeta de crédito, el carnet del hiper y el DNI y, a continuación, (¿no podían haberlo hecho antes?), comienzan a introducir  sin prisas la compra en las bolsas y, para colmo, preguntan a la cajera sobre los precios que aparecen en la factura. Me ponen de los nervios esos funcionarios de ventanilla que, tras una gestión, se ponen a hablar con el cliente del tamaño de la urta que un amigo común pescó la pasada semana en Rota obviando que otros parroquianos esperan impacientes en la cola ser atendidos por un asunto urgente. Me ponen de los nervios esos camareros que pasan veloces una y otra vez cerca de tu mesa sin darse cuenta que llevas media hora levantando y agitando la mano para pedir una mísera cerveza o la cuenta, mientras que otros  clientes de mesas cercanas son atendidos al poco de sentarse. Me ponen de los nervios esos horteras de “bugas” tuneados que, con todas las ventanillas abiertas, nos “regalan” a conductores y viandantes una música estridente con elevadas cotas de graves y agudos, con el volumen lo suficientemente alto para que les haga hablar con su “churri” a voces para, así,  rentabilizar la inversión de su equipo musical. Me pone de los nervios la gente que no piensa en los demás y que juega con su tiempo y su paciencia. 

Subir las ventanillas del coche para no hacer partícipe a los demás de tu afición a partirte los tímpanos, meter la compra en las bolsas a medida que la cajera las pasa por caja o tener a mano la tarjeta de crédito, dejar la charla sobre la urta para otro momento, fijarse en quién llega antes al bar para que al cliente no se le caiga la mano de levantarla, pensar que la calle es de uno si no de todos y que otros conductores circulan por nuestro lado o hacer en casa y no en el coche la tesis doctoral sobre el fugaz vuelo de la mosca, son detalles que yo, personalmente, agradecería. Todos esos casos me han ocurrido realmente. Seguro que a ustedes también. Igual se encuentran entre esos sujetos que me ponen de los nervios. O igual yo, en algún momento, he sido uno de ellos. Un poco de nuestra parte no vendría nada mal… para apaciguar los nervios. 

miércoles, 11 de enero de 2012

CORRUPTELAS


A veces me pregunto en qué sociedad vivimos. Escuchar al chófer del Director de Trabajo de la Junta hablando de cocaína, subvenciones para montar empresas ficticias y juergas varias merced a subvenciones públicas es para escandalizar al asceta más imbuido en el nirvana que usted conozca. Lo de Urdangarín, la evasión fiscal y la fundación de niños discapacitados creada presuntamente para lucrarse es para que a uno se le ponga una cara de tonto con baba incluida. Que el tal Matas esté involucrado en pagos irregulares, en presuntas corrupciones en la Administración pública balear, es para tirar la toalla al ring y para decir hasta aquí hemos llegado. La Operación Malaya, la Operación Karlos, Blanco y lo de la gasolinera, los ERES fraudulentos y un largo etcétera de corruptelas hacen, a mi entender que nos malacostumbremos a ver como inevitable esta lacra que es la corrupción. Sobre todo ante la frecuencia con la que se da en nuestro país, la notoriedad de los que incurren en ella, la impunidad con la que parece que se puede llevar a cabo o la misma índole, un tanto permisiva, de muchos que piensan que, de tener ocasión, tampoco harían ascos a procurarse un buen dinero si se les presentara la oportunidad de meter mano en los fondos públicos, aunque el método para conseguirlo no fuera, estrictamente, acorde con la legalidad. Seguro en todos los países habrá casos de corrupción y prevaricación. 

Por desgracia la naturaleza humana tiene sus fallos y puede ser que la tentación de obtener dinero fácil sea algo que se de en cualquiera que ocupe un cargo público pero, reconozcámoslo, la frecuencia, la cantidad y el descaro con el que esta clase de delito se da en España es imposible que se pueda repetir en cualquier país civilizado de nuestro entorno. Pero, se da una circunstancia que aún agrava más la cuestión y es que, aparte de las responsabilidades administrativas o penales se pudieran derivar de una acción semejante, el hecho de que la persona que ha incurrido en corrupción sea un político alto cargo en la Administración, comporta un factor añadido que debería impulsar al sospechoso a que, sin necesidad de que se le pidiera u obligara por su partido, y ante la duda de que pudiera ser inculpado; dimitiera de su cargo, al menos, hasta que hubiera quedado clara su situación y exonerado de cualquier responsabilidad respecto al tema por el que hubiera sido imputado. 

Pero no es así. El apego al puesto, la falta de pudor y respeto por quienes lo eligieron o el empecinamiento en negar lo evidente han hecho que en este país no dimita ni Dios. O cambiamos las tornas y, como digo el Rey, la justicia es de verdad para todos, o paramos España y nos bajamos. Que ya nos va a costar sobrevivir con la subida de impuestos anunciada como para que unos frescales de tres al cuarto se lo sigan llevando calentito y gastándose nuestro dinero en juergas, coca o llevándoselo a paraísos fiscales, por muy yernísimos que éstos sean…