A veces me pregunto en qué sociedad vivimos. Escuchar al
chófer del Director de Trabajo de la Junta hablando de cocaína, subvenciones
para montar empresas ficticias y juergas varias merced a subvenciones públicas
es para escandalizar al asceta más imbuido en el nirvana que usted conozca. Lo de
Urdangarín, la evasión fiscal y la fundación de niños discapacitados creada
presuntamente para lucrarse es para que a uno se le ponga una cara de tonto con
baba incluida. Que el tal Matas esté involucrado en pagos irregulares, en
presuntas corrupciones en la Administración pública balear, es para tirar la
toalla al ring y para decir hasta aquí hemos llegado. La Operación Malaya, la
Operación Karlos, Blanco y lo de la gasolinera, los ERES fraudulentos y un largo
etcétera de corruptelas hacen, a mi entender que nos malacostumbremos a ver
como inevitable esta lacra que es la corrupción. Sobre todo ante la frecuencia con la que
se da en nuestro país, la notoriedad de los que incurren en ella, la impunidad
con la que parece que se puede llevar a cabo o la misma índole, un tanto
permisiva, de muchos que piensan que, de tener ocasión, tampoco harían ascos a
procurarse un buen dinero si se les presentara la oportunidad de meter mano en los
fondos públicos, aunque el método para conseguirlo no fuera, estrictamente, acorde
con la legalidad. Seguro en todos los países habrá casos de corrupción y
prevaricación.
Por desgracia la naturaleza humana tiene sus fallos y puede ser
que la tentación de obtener dinero fácil sea algo que se de en cualquiera que
ocupe un cargo público pero, reconozcámoslo, la frecuencia, la cantidad y el
descaro con el que esta clase de delito se da en España es imposible que se
pueda repetir en cualquier país civilizado de nuestro entorno. Pero, se da una
circunstancia que aún agrava más la cuestión y es que, aparte de las
responsabilidades administrativas o penales se pudieran derivar de una acción
semejante, el hecho de que la persona que ha incurrido en corrupción sea un político
alto cargo en la Administración, comporta un factor añadido que debería
impulsar al sospechoso a que, sin necesidad de que se le pidiera u obligara por
su partido, y ante la duda de que pudiera ser inculpado; dimitiera de su cargo,
al menos, hasta que hubiera quedado clara su situación y exonerado de cualquier
responsabilidad respecto al tema por el que hubiera sido imputado.
Pero no es
así. El apego al puesto, la falta de pudor y respeto por quienes lo eligieron o
el empecinamiento en negar lo evidente han hecho que en este país no dimita ni
Dios. O cambiamos las tornas y, como digo el Rey, la justicia es de verdad para
todos, o paramos España y nos bajamos. Que ya nos va a costar sobrevivir con la
subida de impuestos anunciada como para que unos frescales de tres al cuarto se
lo sigan llevando calentito y gastándose nuestro dinero en juergas, coca o
llevándoselo a paraísos fiscales, por muy yernísimos que éstos sean…
Desde luego el patio está lleno de barro, cuando ellos mismos se han dedicado a blindarse con leyes que les convierten en privilegiados ante el ciudadano de a pié, a hurtadillas, pero con la condescendencia de TODOS, empezando por la prensa, testigos de todo lo que han estado haciendo..
ResponderEliminarHace mucho tiempo que pienso que nos afecta mucho mas la corrupcion que la "crisis", y sin embargo no es un tema de primea plana ¿por que? ¿Por que no salimos en masa en contra de estas estafas inasumibles? ¿Por que en muchos municipios se siguen votando a inculpados? ¿Por que somos tan laxos con la corrupcion? ¿Por que seguimos admirando a los ladrones?
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