Monstruos, zombies, muertos vivientes, manos amputadas,
tumbas abiertas, calabazas con luces,
sangre y más sangre… ¡Uh, qué miedo, por
Dios, oh! No. No puedo. Lo siento, pero no trago, no lo acepto, no comulgo con
lo que pasará la próxima noche de Jalowin. Probablemente porque éste que ya
peina alguna que otra cana ha “mamado” otras costumbres más nuestras ligadas al
día de Todos los Santos. Porque este “Jalowin” (lo escribo así a conciencia) es
una más de tantas otras fiestas “importadas de allende los mares” que alguien,
con gran éxito por cierto, decidió algún día introducir con calzador en nuestra
tradición. Porque reconocerán conmigo en que muchos de los padres que esa noche
vestirán a sus hijos de tal guisa desconocen el sentido real de esa fiesta.
Voy, si les parece, a bucear un poco en la historia. El origen de todo esto se
produce con la conversión de los pueblos paganos al cristianismo. Ellos se
negaban a abandonar sus fiestas y ritos paganos celebrados desde tiempos
ancestrales, como el Samhain, celebración realizada por los celtas que
coincidía con estas fechas. Cuando los cristianos tocaron tierras celtas,
pensaron que esta fiesta era un culto a Satanás. Para convencerlos de abandonar
esta creencia, el cristianismo adoptó el festival y lo convirtió en la
conmemoración de la víspera del día de todos los santos o “all hallow's eve”,
frase en inglés de la cual surgió el nombre de Halloween. Los colonizadores
irlandeses llevaron esta tradición a Estados Unidos y fue en el siglo XX cuando
se internacionalizó esta fiesta anglosajona retocada y reconvertida, a partir
de la década de los ochenta, siendo la que más dinero genera, después de
Navidad.
Pero estamos en España, donde estas fechas tienen un significado
endémico. La festividad de Todos los Santos representa, culturalmente, la
preparación para una nueva estación, el invierno, en que la naturaleza entra en
letargo, en un tipo de muerte aparente. En nuestro país, este día es de
recuerdo para con nuestros seres queridos que ya no se encuentran con nosotros,
día para visitar el cementerio y recordar a nuestros difuntos con flores, para
comer en familia y en Jerez para tomar los famosos “Tosantos”. Pero la aldea
global en la que estamos inmersos, esa misma que nos ha traído la Cocacola y la
comida basura, el gordo Santa Claus también llamado Papá Noel o el árbol de
Navidad, nos ha impuesto esta fiesta llevándola a nuestro propio portal, con
calabazas recortadas y escolares vestidos de negro con disfraces de bruja o de
momia que repiten el mismo mantra “truco o trato” que vaya usted a saber a qué
viene esa chorrada. No me gusta. No lo acepto. Y además, me da lástima de cómo
esquilmamos nuestras raíces, nuestras costumbres más arraigadas. Pero me tengo
que aguantar. Eso sí, tengo y lo ejerzo, el derecho al pataleo.