(Artículo publicado en Viva Jerez el31/3/2011)
Reconozco que no había hecho caso al pilotito que me advertía de la necesidad de echar combustible. Estaba llegando al peaje de Las Cabezas e iba con prisa para recoger a un amigo en el Aeropuerto de Sevilla. A la vuelta, pensé, echo gasoil. A fin de cuentas, mi Laguna tiene un tanque con mucha capacidad… Llegando a la ciudad me sorprendió un repentino atasco. Un reasfaltado que me tuvo 20 minutos a paso de tortuga. Comencé a ponerme nervioso. El termómetro del coche indicaba 27 grados. Miraba al unísono el reloj y el pilotito naranja, que cada vez estaba más naranja. Al fin llegué al Aeropuerto. Llamé a mi amigo y me dijo que aún esperaba las maletas. Para colmo, un municipal me indicó que no podía permanecer estacionado. No merecía la pena pagar el parking, así que decidí dar una vuelta. Salí del Aeropuerto y para volver a entrar tuve que irme cuatro kilómetros atrás, tomar un cambio de sentido y volver.
Al fin lo recogí. Abrazos, qué tal tu vuelo, como va la familia, qué calor hace en Sevilla… Cuando me fui a dar cuenta estaba ya en la Autopista y me había pasado el área de servicio de Los Palacios. Miré al pilotito y éste me miró a mí. Tragué saliva. Había hecho casi 80 kilómetros desde que se encendió. La siguiente área era el Cerro del Fantasma a 22 kilómetros. No llegaba. Decidí dar un volantazo, salir de la Autopista y dirigirme a Los Palacios. Nada más salir, el coche comenzó a renquear, a dar las últimas boqueadas. Una señal indicaba que a 1.500 metros había una gasolinera. Aproveché una pendiente para poner punto muerto. Pero nada. Hasta aquí llegó. Me paré en el arcén y el pilotito se apagó. Eran las 2 de la tarde y el sol apretaba de lo lindo en ese páramo. 33 grados al sol. Me acerco a la Gasolinera y vuelvo, le dije a mi amigo. Te dejo encendida la radio. En fin, está solo a kilómetro y medio. ¿Alguna vez han andado 1.500 metros por una carretera asfaltada y ardiendo por el sol?. Se me hizo eterno. Para colmo, nadie hacía caso a mis señales de autoestopista. Al fin llegué. Chorreando, pero llegué. ¿Me da una botella de gasoil, por favor?.¿Trae un envase?. Se me quedó la cara de tonto. ¿Qué envase ni qué niño muerto?. Es que aquí no vendemos. Y allí estaba yo, buscando en las papeleras alguna botella vacía de Coca Cola. Al fin encontré una de Fanta Limón de 2 litros sin tapón. Servirá, pensé. ¿Cuánto es?. 2.60, me dijo. Ni un euro en el bolsillo. Tome mi tarjeta. Lo siento, pero el mínimo son 10 euros. ¡Pues cóbreme 10 euros, por Dios y acabemos con esto…!.
De vuelta al coche, con el dedo tapando el orificio, advertí que la botella iba rota por abajo y ya se había perdido un litro por el camino. Puse otro dedo sobre el plástico roto. Tenía la camisa empapada en sudor y el pantalón chorreando de gasolina. Vaya foto la mía para colgarla en el Feisbuq. Al fin llegué y mi amigo me recibió serio y con los brazos en jarra. ¿Sabes el calor que he pasado aquí dentro?. ¡Para eso me pido un taxi!. Les confieso que estuve a punto de hacerle tragar el gasoil y, de paso, prenderle fuego al coche, con su tanque, su termómetro, su pilotito y la madre que lo…