jueves, 18 de noviembre de 2010

EL BIGOTUDO BENEMÈRITO

(Articulo publicado en Viva Jerez el 18/11/2010)

Agosto de 1993. Un viaje por la cornisa cantábrica me había llevado a regresar en coche por tierras mañas, adentrarme en el Valle de Arán y, ya puestos, visitar el principado de Andorra. Pasé una mañana contemplando sus iglesias románicas mientras paseaba por las amplias avenidas de su capital, Andorra la Vella. Al atardecer, decidí regresar a España atravesando la frontera que me llevaría directamente al Alto Urgel catalán. A unos 10 kilómetros de la frontera, ya como digo en España, una pareja de la Guardia Civil me conmina a que me detenga a un lado de la carretera. Uno de los beneméritos se acerca a mi ventanilla. Buenas tardes, documentación por favor, esto es un control rutinario, no es necesario que se baje del vehículo, etc, etc.,

Mientras, el otro, que lucía un benemérito bigote, aguardaba junto al coche patrulla… hasta que miró y le miré. Sus ojos se abrieron, su mano derecha se dirigió instintivamente a la pistola y con un gesto firme llamó la atención de su compañero. Algo le debió decir al oído porque a partir de ese momento... todo cambió. ¡Salga usted del vehículo, abra el maletero y saque todo lo que lleve!. ¡Oiga, que no llevo nada de...!. ¡Cállese!. Sus miradas, especialmente la del benemérito bigote, me escrutaban cada movimiento que hacía. Me sentía vigilado. No sabía lo que estaba pasando. ¿Qué había visto en mí ese Guardia Civil?, me preguntaba nervioso. Hasta que me pidió el DNI. Me miró fijamente y se acercó despacio con el carnet en la mano. ¡Aquí pone que usted es de Jerez!. ¿De qué parte?. Casi no pude responder. ¿A qué venía eso?. Titubeando le dije que del barrio de Santiago, de la calle Justicia... En ese justo momento dio un respingo hacia atrás y ese bigotudo benemérito sacó a relucir una sonrisa hasta entonces desaparecida en combate. ¡Coño, tu eres er de Onda Jerè!, me espetó en un andaluz jerezano que me sonó a gloria. ¡Dame un abrazo, paisano. Resultó que era de La Granja, que estaba destinado en ese rincón de la piel de toro, que era hermano de La Amargura y que hacía diez meses que no bajaba a ver a la familia. Me confesó que al verme en el coche recordó que mi cara le resultaba familiar, quizá de las fotos que tenían en el cuartel de los terroristas más buscados.

¡Ahora comprendía el comportamiento tan extraño del benemérito!. En fin, que nos quedamos veinte minutos hablando del Señor de la Flagelacion, de amigos comunes, de sus padres que vivían en la calle Caballeros, y de su próxima visita a Jerez. Nos despedimos con un nuevo abrazo. Meses después, me visitó en la emisora y nos fuimos a la Tasca San Pablo a tomar un par de amontillados. Buen tipo el benemérito del bigote. Buen tipo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

UN MOSTO EN LA VIÑA

(Artículo publicado en Viva Jerez el 11/11/2010)

¡Hasta la colcha!. Gente a más no poder. Casi no había donde aparcar, de coches que había. Bien es cierto que era domingo, que eran las tres de la tarde, que lucía el sol, que era principios de noviembre y que el mosto ya comenzaba a estar bueno, por aquello del frío. Para colmo, escucha a tu mujer decirte eso de que mira la hora que es, que ya te lo advertí, que teníamos que haber llegado antes, que tú siempre lo dejas todo para el final… En fin, que después de cuatro vueltas, consigo aparcar y me dirijo a la viña que está a reventar.

Todas las mesas ocupadas, las de dentro y las que les da el solecito. Familias enteras con los niños, los suegros y los tíos abuelos se agolpan entre jarras de mosto y cerveza, rábanos, aceitunitas aliñás, embutidos variados y platos de berza y ajo caliente con cucharás y paso atrás y vamos que nos vamos. Camareros que entran y salen aguantando con heroicidad la tiza en la oreja y la libreta colgada a la cintura. Mucho jaleo… que se note que somos andaluces. Papá me hago pipí. Juan pide otra jarra de mosto que ésta ya está vacía. Niño, deja ya la PSP y ponte a darle patás al balón a ver si nos sacas de pobre. Pepe ya te has manchao la camisa con el menudo y la voy a tener que lavar a mano, que siempre te pasa lo mismo. En fin, lo que es un mosto en noviembre. Una hora estuvimos de pie en la barra, esperando mesa para dos, con una cerveza, un vasito de mosto y un platito ovalado con cinco aceitunas. ¡Jefe, otro mosto para ir haciendo cuerpo y pégale una pataita al olivo, que ya le vale…!. De fondo, la cantinela de ya te lo dije, que teníamos que haber venido antes, y vuelta la burra al trigo. Por fin, una mesa… en medio de todas las mesas. Conseguí, como pude, entrar de perfil y sentarme. Pero cada vez que la obesa señora que tenía a mi espalda se movía me arrinconaba y me dejaba sin respiración apretándome la tripa a la mesa. ¿Qué desean los señores?. Una jarrita de mosto, una sin alcohol y un platito de chorizo, morcón, morcillita, quesito del bueno, y ahora te pedimos la comida.

Otra media hora más y el camarero pasando de un lado a otro y sin noticias del mosto, la cerveza, el chorizo ni nada que se le parezca. ¡Jefe, lo nuestro!. ¡Ya va…!. Así cuatro veces. Y para colmo, oliendo a menudo y berza y nosotros sin comer. ¡Jefe, haga usted el favor!. ¡Bueno, ya estoy aquí. Pero dense prisa porque la cocina ya ha cerrado y solo nos queda alguna chacina, aceitunas y mosto. Es que han llegado muy tarde, tenían que haber venido antes… Miré al camarero y en silencio me acordé de todo su árbol genealógico y de la meretriz de su señora madre. Mientras, mi mujer asentía con la cabeza repitiendo eso de te lo dije, te lo dije…