(Articulo publicado en Viva Jerez el 18/11/2010)
Agosto de 1993. Un viaje por la cornisa cantábrica me había llevado a regresar en coche por tierras mañas, adentrarme en el Valle de Arán y, ya puestos, visitar el principado de Andorra. Pasé una mañana contemplando sus iglesias románicas mientras paseaba por las amplias avenidas de su capital, Andorra la Vella. Al atardecer, decidí regresar a España atravesando la frontera que me llevaría directamente al Alto Urgel catalán. A unos 10 kilómetros de la frontera, ya como digo en España, una pareja de la Guardia Civil me conmina a que me detenga a un lado de la carretera. Uno de los beneméritos se acerca a mi ventanilla. Buenas tardes, documentación por favor, esto es un control rutinario, no es necesario que se baje del vehículo, etc, etc.,
Mientras, el otro, que lucía un benemérito bigote, aguardaba junto al coche patrulla… hasta que miró y le miré. Sus ojos se abrieron, su mano derecha se dirigió instintivamente a la pistola y con un gesto firme llamó la atención de su compañero. Algo le debió decir al oído porque a partir de ese momento... todo cambió. ¡Salga usted del vehículo, abra el maletero y saque todo lo que lleve!. ¡Oiga, que no llevo nada de...!. ¡Cállese!. Sus miradas, especialmente la del benemérito bigote, me escrutaban cada movimiento que hacía. Me sentía vigilado. No sabía lo que estaba pasando. ¿Qué había visto en mí ese Guardia Civil?, me preguntaba nervioso. Hasta que me pidió el DNI. Me miró fijamente y se acercó despacio con el carnet en la mano. ¡Aquí pone que usted es de Jerez!. ¿De qué parte?. Casi no pude responder. ¿A qué venía eso?. Titubeando le dije que del barrio de Santiago, de la calle Justicia... En ese justo momento dio un respingo hacia atrás y ese bigotudo benemérito sacó a relucir una sonrisa hasta entonces desaparecida en combate. ¡Coño, tu eres er de Onda Jerè!, me espetó en un andaluz jerezano que me sonó a gloria. ¡Dame un abrazo, paisano. Resultó que era de La Granja, que estaba destinado en ese rincón de la piel de toro, que era hermano de La Amargura y que hacía diez meses que no bajaba a ver a la familia. Me confesó que al verme en el coche recordó que mi cara le resultaba familiar, quizá de las fotos que tenían en el cuartel de los terroristas más buscados.
¡Ahora comprendía el comportamiento tan extraño del benemérito!. En fin, que nos quedamos veinte minutos hablando del Señor de la Flagelacion, de amigos comunes, de sus padres que vivían en la calle Caballeros, y de su próxima visita a Jerez. Nos despedimos con un nuevo abrazo. Meses después, me visitó en la emisora y nos fuimos a la Tasca San Pablo a tomar un par de amontillados. Buen tipo el benemérito del bigote. Buen tipo.