(Artículo publicado en Viva Jerez el 8/3/2012)
La vi a lo lejos Sin duda era ella. Quise acercarme para
saludarla, pero me contuve. Tenía la mirada triste, perdida. Una sombra de ese
espíritu inquieto que tuvo años atrás. Y allí estaba ahora. Esperando a que
abrieran las puertas del Comedor de El Salvador. Pasé de largo. Seguí por la
calle Juana de Dios Lacoste y me senté en uno de los bancos de piedra de la
placita Sor Ángela de la Cruz. Y pensé en lo injusta que es, a veces, la vida… María
siempre fue una persona fuerte, luchadora, pero la vida se empeñó en ponerle
zancadillas.
Nació y vivió en mi misma calle, muy cerca de mi casa. Era una
chica alta, muy guapa, resultona. Me gustaba cuando entraba sonriendo en la
tienda de mi padre y, agazapado tras el mostrador, la observaba extasiado. Tenía
diez años más que yo, y cuando me miraba, bajaba la cabeza y me ponía colorado.
Supe que tuvo que dejar pronto los estudios porque su madre, viuda y enferma en
cama y sus tres hermanos pequeños precisaban atención y dinero. Así que se puso
a trabajar limpiando casas mientras que con el poco tiempo que le quedaba
cuidaba de los suyos. Fueron años difíciles. Murió su madre y María se hizo
cargo de la familia. Pese a todo, nunca le vi perder la sonrisa. Años más tarde
se casó con un chico del barrio y tuvo tres hijos. Me alegraba saludarla cuando
paseaba con su marido y sus hijos. Una bonita estampa familiar que escondía una
amarga realidad que conocimos años más tarde cuando huyó de casa, con lo
puesto, y con sus hijos a cuestas, tras otra de las muchas palizas que había
soportado durante años. Supe que el marido malvendió la casa y se fue de Jerez
sin mirar atrás… el canalla. Sin dinero ni trabajo, con tres bocas que
alimentar pero con fuerzas para seguir adelante, María alquiló un piso pequeño
y volvió, una vez más, a coger las riendas de los suyos. Sólo que en vez de
tres hermanos eran tres hijos, uno de ellos con severos problemas de asma. Y
volvió a limpiar casas, a cuidar a niños que no eran suyos y también a los
propios.
Un día, una amiga le habló de una empresa de limpieza. Echó los
papeles y consiguió entrar en plantilla. Por fin nómina, Seguridad Social,
estabilidad… Se sacó el carnet y compró un coche de segunda mano. El año pasado
la vi en la Feria, vestida de flamenca, con sus hijos, y noté que la vida, por
primera vez, le sonreía de cerca. Pero la crisis, esta puta crisis dio al
traste con todo… hasta con su sonrisa. En septiembre una regulación la puso de
patitas en la calle. A sus espaldas, las letras del coche, el alquiler del piso
y tres hijos adolescentes sin perspectivas laborales. María, como otras muchas
mujeres, no irá hoy a ningún acto del día internacional que las reconoce. No
tiene tiempo. Tiene tres hijos que alimentar y muchas puertas a las que llamar
para pedir trabajo.
(Dedicado con cariño a todas las mujeres y, en especial, a las
trabajadoras de Acasa).
Qué bonito y duro artículo!! te felicito por la forma de escribirlo y sobre todo por haberlo hecho. Cuántas miserias hay por el mundo...y lo que uno debe darse cuenta en la vida, es que lo mismo estás muy arriba pero en cuestión de poco tiempo puedes estar muy abajo...ánimo a todas esas personas que están en situaciones dificiles. Y gracias de nuevo Esteban!!.
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