(Artículo publicado el 2/07/09 en Viva Jerez)
¡Ya estamos a 2 de julio!. Ya están aquí las vacaciones… y la playa. Y con la playa, los bañadores y los bikinis que dejan al aire nuestros orondos cuerpos a la vista de todos. Para muchos, el objetivo en estos últimos meses ha sido llegar al verano luciendo palmito. Un deseo que, personalmente, siempre me ha producido desazón y angustia cuando bajo la vista y compruebo la cruel realidad: esa barriguita cervecera que me desafía altiva. La miro y me mira. Me acompaña allá donde voy recordándome las cervecitas y las tapitas que me tomo antes de almorzar con mis colegitas Desi, Perico o con el primero que me lo proponga en la Tasca San Pablo, en el Entrevinos o en la Abacería.
A veces inspiro aire profundamente encogiéndola, aguantando la respiración y, cuando creo que ha desaparecido, vuelve a asomarse arrogante. Es entonces cuando pienso en la playa. Todos los años me pasa igual. Tengo la sensación de que todo el mundo me mira la barriguita cervecera y se sonríe al verla. Por eso, les tengo que confesar que haré propósito de enmienda y trataré de rebajarla en los próximos días (aunque no sé si ya será demasiado tarde). Coincidirán conmigo en la dificultad que supone seguir los dictados de esta moda de sílfides. Pero lo cierto es que todos caemos en la trampa e intentamos rebajar esos kilitos de más como podemos.
Unos acuden a los gimnasios, que por cierto, hacen su agosto en pleno mes de junio. Otros, como el que suscribe, intentará hacer deporte, pillar la bici cuando el sol se atenúe o acompañar a los grupos de mujeres que pasean por la ronda del Colesterol. Pero un día por una cosa y otra por otra... Lo cierto es que intención, lo que se dice intención, tengo. Por ahora, le voy a declarar la guerra a la grasa y al chocolate. Declaro públicamente que beberé agua y zumo a partir de hoy. La ensalada, la sacarina, la manzana a media mañana y las barritas dietéticas formarán parte de mi despensa. Haré deporte y no dormiré la siesta (que dicen que engorda una barbaridad). Sólo cenaré un vaso de leche desnatada y... ¿Será posible que me esté dando una bajada de tensión con solo pensar en todo esto?. Bueno, debo terminar este artículo. Ya han dado las dos de la tarde. Me voy a la Tasca San Pablo que me ha llamado mi amigo Perico y me espera en cinco minutos. Mejor dejaré para mañana la dieta (eso creo).
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