(Artículo publicado en Viva Jerez el 6/6/2013)
¡Ya
estamos a 6 de junio!. En poco más de dos semanas llega el verano y con él, la
playa. Y con la playa, los bañadores y los bikinis que dejan al aire nuestros
orondos cuerpos a la vista de todos. Para muchos, el objetivo es llegar al
verano luciendo palmito. Un deseo que, personalmente, me produce desazón y
angustia cuando bajo la vista y compruebo la cruel realidad: esa barriguita
cervecera que me desafía altiva. La miro y me mira. Me acompaña allá donde voy
recordándome las cervecitas y las tapitas que me tomo un día si y otro también
con mis titos Perico, Emilio, Sergio, Gregorio and company. A veces inspiro
aire profundamente encogiéndola, aguantando la respiración y, cuando creo que
ha desaparecido, vuelve a asomarse arrogante. Es entonces cuando pienso en la
playa y en la piscina. Todos los años me pasa igual. Tengo la sensación de que
todo el mundo me mira la barriguita cervecera y sonríe al verla.
Por eso, les
tengo que confesar que haré propósito de enmienda y trataré de rebajarla en las
próximas semanas. Coincidirán conmigo en la dificultad que supone seguir los
dictados de una moda que nos llega impuesta desde vaya usted a saber dónde.
Pero lo cierto es que todos caemos en la misma trampa e intentamos rebajar esos
kilitos de más como buenamente podamos. Muchos acuden a los gimnasios, que
dicho sea de paso, hacen su agosto en pleno mes de junio. Otros, como el que
suscribe, intenta hacer deporte al aire libre y correr por la ciudad. Pero un día por una cosa y otra por otra... Lo
cierto es que intención, lo que se dice intención, la tengo… pero se queda ahí.
Alguna vez me he armado de valor y he ido a correr, pero al ratito observaba
cómo me adelantaba mi propio corazón que, poco antes, se me había salido por la
boca. Incluso los grupos de mujeres que pasean por la Ronda del Colesterol me
pasaban por la derecha y por la izquierda.
En fin, que le voy a declarar la
guerra a la grasa y al chocolate. Declaro públicamente que beberé agua y zumo a
partir de hoy. La ensalada, la sacarina, la manzana a media mañana, las
tortitas de arroz y las barritas dietéticas formarán parte, desde hoy mismo, de
mi despensa. Haré deporte e intentaré no dormir la siesta (que dicen que
engorda una barbaridad). No cenaré más que un vaso de leche desnatada ¿Se
pueden creer que me está dando una bajada de tensión con solo pensar en todo
esto?. Bueno, debo terminar este artículo. Son las tres de la tarde, y el Papa
Francisco ya bebió. Me voy, que me ha llamado mi amigo Perico y me espera en
cinco minutos en la Tasca San Pablo, que ponen unos chicharrones que no se los
salta un torero... Creo que mejor dejaré para mañana la dieta. Y es que como
dice el refrán “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, o algo así…
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