miércoles, 24 de febrero de 2016

NO ME VALE

(Artículo publicado en Viva Jerez el 25/2/2016)
Que no. Que no me vale que te ampares en lo moderno y lo guay que eres para hacer lo que te venga en gana. Que por encima de todo está la buena educación y el respeto a los demás, que es lo que nos enseñaron nuestros mayores. Ya está bien. Me revuelvo escuchando las sandeces de unos pocos soplagaitas que creen que ahora todo vale. Que los valores son cosa del pasado. Si. Os hablo a vosotros que os amparáis en la libertad de expresión para insultar o vejar a cualquier hijo de vecino porque os da la gana o porque os cae mal. A vosotros que lanzáis tacos cada vez más altisonantes porque ahora es la moda. A vosotros que os cagáis en todo. Quiero que sepáis que mucho nos costó a los españoles recuperar ese derecho para que ahora lo utilicéis torticeramente para pisotear credos, ideas o pensamientos alejados de vuestro progresismo, a mi juicio, mal entendido. 

A estos de los que hablo alguien debería leerles en voz alta la definición que la RAE tiene para las palabras moral y ética. Pero dudo que las entendieran a la primera. Lo que más me duele de esta sociedad en la que me ha tocado vivir, es la laxitud que arrastra; el cansancio que soporta debido, probablemente a un hartazgo provocado por la mediocridad y la sinvergonzonería de una clase política que ha dado concesiones a diestro y siniestro hasta llegar a este punto del todo vale. Un estado de ánimo que da alas a unos tipos indefinidos que enarbolan banderas indefinidas y que se amparan en principios que carecen de principio ¿Saben a qué me suena todo esto? Seguro que recuerdan cuando el profesor se marchaba de clase. Entonces, los alumnos aprovechábamos para subirnos a los pupitres, y tirábamos bolas de papel y hacíamos caricaturas en la pizarra. 

Pues bien, en este país los profesores (entiéndase la metáfora) han salido del aula o bien miran a otro lado. Y los alumnos, como adolescentes que son, se rebelan contra todos y contra todo. Esto hay que cambiarlo, dicen. Lo bueno es lo que digo yo y lo malo lo que tú dices. Y punto pelota. Y que nadie les diga nada que encima nos dicen que somos unos antiguos, unos fachas o unos reaccionarios. Precisamente a muchos que, por nuestra edad, vivimos la transición y luchamos por conquistar unas libertades que ahora les sirven a ellos para parodiar y ensuciar todo lo que se ponga en su camino. Respeto, moral, ética, valores, educación… ¿Tan difícil es de comprender? Como cantaba Víctor Manuel “Aquí cabemos todos… o no cabe ni Dios”.

miércoles, 10 de febrero de 2016

EL DÍA DE LA MARMOTA

(Artículo publicado en Viva Jerez el 11/2/2016)
Allí estaré. Colgué el teléfono. Bajé las escaleras de dos en dos y, ya en la puerta, salí flechado hacia la moto. Había tiempo. El director me había citado a las 12.30 y en el Ayuntamiento aún no habían tocado las doce campanadas. Calculé diez minutos para llegar a la moto y otros diez para llegar a su oficina. Siempre es mejor, pensaba, llegar antes a una cita que retrasarse. En fin, iba con esos pensamientos cuando me para mi amigo Perico. Tito ¿qué tal el finde? Bien, Pedro. Ya sabes, cargando las pilas y bla, bla, bla… Pero, perdona, tengo prisa. Una reunión muy importante. En ese momento, las doce campanadas ¿Nos vemos a las tres para tomarnos un oloroso? Venga, hablamos. Lo dejo atrás y a cinco metros alguien me sujeta del brazo. Javier, un amigo madridista hasta las cejas. Esteban, vaya con el Madrid ¿Viste a Ronaldo cuando cogió el balón y bla, bla, bla…? Que si, que Cristiano es un crack, pero Javi, lo siento, tengo prisa… Y qué me dices del entrenador cuando… Lo siento, tío, no puedo, de verdad. Lo dejé con la palabra en la boca. Miro el reloj. Las 12.05. 

De repente caigo. Me palpo el bolsillo y… ¡Olvidé las llaves de la moto en mi despacho! Miro al cielo y vuelvo sobre mis pasos. Javier, que me ve, se acerca de nuevo. Y lo de Benzemá ¿qué me dices? Javi, que sí, que ando liado… Lo dejo atrás hablando solo. A 10 metros, Perico, otra vez. Tito, a las tres no puedo, mejor a las tres y media. Que si, luego te llamo. Llego al despacho. Escalera pa arriba, escalera pa abajo. Las 12.20. Vuelta a empezar. El día de la marmota. Perico otra vez diciéndome no sé qué de la hora, Javier que si el Madrid adelantará al Barça… Y yo, a lo mío, con las llaves en la mano sin atender a nadie. De repente un joven con carpeta me para para hablarme de no sé qué asociación ecologista y firma aquí que vas a contribuir a salvar el planeta, y a las ballenas… Lo siento, tengo prisa. Finalmente llego a la moto. Las 12.45. Me pongo el casco y suena el móvil. Mi padre. Debe ser importante. Me quito el casco. Dime ¿Papá? ¿Papá? Falla la cobertura. Cuelgo. Lo llamo. Comunica. Debe estar llamándome. 

No puedo esperar más. Me pongo el casco. Arranco la moto. Suena el móvil. Mi padre. Apago el contacto. Me quito el casco ¿Si? Ahora sí, me dice. Es que mi móvil falla y lo tengo que llevar a la tienda porque bla, bla, bla… Papá, perdona tengo prisa ¿Cómo? Se va la cobertura. Que llego tarde y… ¿Cómo? Que después te llamo. No me entero de nada. Cuelgo. Las 12.50. Como pronto llegaré media hora tarde. Suena el móvil, es mi mujer. Dime que llego tarde. No, que ha llamado el director y que te cita para mañana la misma hora. Vuelvo al despacho y otra vez la letanía del ecologista, de Javier y de Perico que si las ballenas, el Real Madrid y a qué hora nos tomamos la copita. Suena el móvil. Mi padre. Suspiro, miro al cielo mientras suena una campanada en el reloj del Ayuntamiento.