miércoles, 29 de junio de 2011

DE TAPAS

(Articulo publicado en Viva Jerez el 29/6/2011)

Visitar Granada es siempre un placer para los sentidos. Callejear por su casco antiguo o pasear por el Albaicín, a la sombra de la Alhambra, es una experiencia siempre grata. Pero la visita nunca será completa si no se practica en sus bares y tascas el “tapeo granadino”, en el que tomando una caña de cerveza o un chato de vino te regalan desde embutidos o jamón serrano hasta raciones de calamares fritos, migas con tropezones o habas con jamón. En esta particular muestra de cultura gastronómica es el propio tabernero quien escoge la tapa, y el cliente acepta la elección con agrado. Y es que ir de tapeo con los amigos es una de las costumbres más arraigadas en la capital granadina y un atractivo añadido para los visitantes. Beben, tapean y comparten momentos únicos en un ambiente único.

Visto lo visto, me pregunto ahora porqué Jerez no puede adoptar y adaptar esta tradición. Si funciona en la capital granadina y en toda su provincia, estoy convencido de que funcionaría también en esta ciudad de la baja Andalucía muy dada a la cultura del tapeo con su cervecita o su finito a mediodía. Una tapita de chicharrones, de caracoles, de papas aliñás, de queso… ¿No creen que esta medida atraería a más público al centro y, por consiguiente, se consumiría más?. Ahora que llega el verano y que las terrazas proliferan por toda la ciudad, sería fantástico que se pusiera en práctica esta idea por varios motivos: De un lado, se evitaría que muchos jerezanos se marcharan fuera de la ciudad para tapear en El Puerto, Sanlúcar o Rota buscando el ambiente del que adolece Jerez en la época estival. De otro, constituiría otro atractivo más para los turistas que nos visitan. Y por último, se relanzaría el sector servicio en una ciudad que lo realmente lo necesita. ¿Qué se precisa para poner en práctica esta idea?. ¿Un apoyo institucional, una campaña de publicidad o simplemente el esfuerzo de los hosteleros para ponerse de acuerdo?.

Lo que está claro es que esta iniciativa debería consensuarse entre todos para, de este modo, hacer más atractivo el conjunto. De un lado, se requiere una inversión inicial por parte de los hosteleros ya que hablamos de tiempo para preparar y de una variedad y calidad en las tapas propuestas. Pero esta inversión a corto plazo, con el esfuerzo conjunto de todos, tendría irremediablemente sus frutos con una mayor presencia de clientes y con un ambiente en los bares del centro que retroalimentaría otros sectores igualmente necesitados de la ciudad. En estos tiempos de incertidumbre económica, más que nunca se precisan ideas e imaginación. Importar de otros lares experiencias que funcionan no es más que abrirse a nuevos aires que eviten el anquilosamiento al que, peligrosamente, estamos llegando. A quien corresponda…

jueves, 23 de junio de 2011

LA COLECCIÓN

(Artículo publicado en Viva Jerez el 23/6/2011)

Puse bocabajo el despacho de casa. Aún quedaban varias cajas por desembalar de la última mudanza y deposité todas mis esperanzas en encontrar en ellas la colección de videos que buscaba. Había repasado mi amplia videoteca, pero no hallé ninguna de las películas de la colección. Terminé de desempaquetar las cajas y… nada de nada. Intenté recordar la última vez que las vi. Creo que fue en la misma caja en la que guardaba mis fotos de la mili y los apuntes de la facultad… pero eso fue hace 5 años. Últimamente tuve la oportunidad de adquirir esta colección en formato DVD, pero soy de la opinión de que películas de culto como éstas deben conservarse en VHS. ¡como Dios manda!.

9 filmes, 9 piezas que no deben faltar en cualquier filmografía que se precie. ¡Pregunten, pregúntenme…!. Me sé de memoria todos los títulos de la colección, sus directores, el reparto completo, anécdotas del rodaje… Y es que estas películas han marcado época en este país. Han entrado, por la puerta grande, en el Olimpo de las grandes producciones fílmicas. Reconozco que esta pasión mía difiere mucho de la del resto de los mortales. De hecho, durante años escondí mi colección en los cajones a fin de que ninguna visita pudiera verla e ironizar sobre mis gustos cinematográficos. De pronto, recordé. ¡Ya está!. Debe estar en la caja donde guardo las mantas. Había sitio y las metí ahí. Subí a la habitación, y las encontré. Las nueve. Estaban tal y como las dejé. Con sus carátulas perfectas. ¡Se acabó eso de esconderlas!. Las pondré en un lugar preferente de la casa. En el salón, en la repisa junto al plasma. Ahora que caigo, nunca las he visto en una tele de 40 pulgadas. ¡Debe ser el súmmum!.

Les pasé cuidadosamente un paño húmedo para quitarles el polvo y las coloqué ordenadas por fecha de rodaje. Retrocedí un par de metros para verlas en perspectiva. Respiré hondo. ¡Qué bien quedan!. Y pensé. Ahora estoy solo. Tengo dos horas, a lo sumo, tres. Me da tiempo para ver la primera de la colección. Es de 1979. Cualquier coleccionista daría una pasta por ella… ¡Ojo, en VHS!. Abrí la caja de la carátula y me pareció observar un pequeño rayo de luz que salía de su interior. Allí estaba… como el primer día que la compré. El corazón me latía con fuerza. Encendí el reproductor y metí la cinta. La primera imagen…“Izaro Films, presenta…”. Qué emoción contenida. Puse el volumen alto y me acomodé en el sofá. Y entonces, aparecieron ellos… y sobreimpresionado el título de la película… “Los bingueros”, con Esteso y Pajares. Y volví a mirar a la repisa junto el plasma. En los próximos días volvería a ver otros títulos como “Agítese antes de usarla”, “Yo hice a Roque III”, “Los liantes”, “La Lola nos lleva al huerto” o “Los energéticos”. Todas dirigidas por ese genio del cine español del destape, Mariano Ozores. Lo dicho; películas de culto que no deben faltar en una videoteca que se precie.

Pd: No intenten tentarme con dinero, que no están en venta. ¡Estaría bueno…!

miércoles, 15 de junio de 2011

ACHICHARRAO

(Articulo publicado en Viva Jerez el 16/6/2011)

Habíamos quedado a las 12 para actualizar nuestras vidas. No en vano, hacía más de 5 meses que no veía a mi amigo Nacho, y su ciudad, Cádiz, un domingo de junio y la playa de la Victoria eran una buena base para ponernos al día. Abrazos varios, qué tal te va la vida, te veo más gordito… en fin, lo normal. ¿Damos un paseo por la playa?. Vamos que nos vamos y allí que nos fuimos, andando en bermudas por la orilla, apolíneos torsos desnudos, descalzos y desviando disimuladamente la mirada cuando nos cruzábamos con otros torsos desnudos (¡ojo, femeninos, no vayan ustedes a pensar!). La animada charla nos hizo perder la noción del tiempo y sin darnos cuenta nos encajamos a la entrada de Camposoto. Eran las 2 de la tarde y nos quedaba el camino de vuelta. Hablamos de trabajo, amigos, de política, de Jerez y Cádiz (menudas peroratas nos pegamos cada vez que nos vemos) y de amoríos (los suyos, oigan, que yo ya estoy pillao..). De repente, comenzaron a dolerme los hombros y recordé que no me había puesto protección. Nacho, más precavido, sí lo había hecho. Comencé a tragar saliva. Aún quedaba la vuelta, a pleno sol, y sin nada con que protegerme. Aligeramos el paso.

Al fin llegamos. Eran las 4 pasadas y parecía un cangrejito, de los rojos. Achicharrao, colorao como un alemán el primer día de playa. Bajo la sombra de un chiringuito me bebí 2 cervezas mientras me pasaba el vaso helado por el pecho y la espalda en un intento de aliviar el sofoco. Nacho bromeó con pedir un par de huevos y freírlos en mi espalda. Entre risas terminó el día y volví a Jerez. No les voy a contar la nochecita que pasé, dando vueltas en la cama como un calamar rebozado, aplicándome bodymilk y paños de agua fría. Al día siguiente en planta a las seis. Desayuno rápido, más bodymilk y al Rocío. Lunes de Pentecostes, carretera de Sevilla destino Almonte y viva la Blanca Paloma. A medio camino, me entero que uno de los varales se ha roto y que la Virgen vuelve a la ermita. Y allí estaba yo. Micrófono en mano, gente a rabiar, mediodía, en la calle Carretas, 40 grados, ni un soplo de viento, hora y media junto al Simpecado de Jerez y sin una sombra ni un mísero sombrero rociero con el que taparme.… Estaba encendido. Aquello hervía (mi cuerpo, se entiende). Mi compi Rafa Delgado se acercó con una lata de Cocacola. Se lo agradecí. Sobre la una me refugié en la Casa de Hermandad de Jerez. Dos cervecitas frías y un Tío Pepe aliviaron mi espíritu pero no mi cuerpo achicharrado.

Cuando volví el martes a la redacción, un compañero de cuyo nombre no quiero acordarme me dio una palmada en la espalda que me hizo ver todas las estrellas del firmamento y algún que otro agujero negro. Aún llevo marcados los dedos… Hasta la fecha llevo gastados una caja de antiinflamatorios, tres botes de bodymilk… ¡y media docena de huevos!… por lo menos ahorro en aceite y sartenes, oigan…

miércoles, 8 de junio de 2011

EL CAMARERO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 9/6/2011)

Martes por la mañana. Hoy me he despertado temprano. He pedido el día libre en el trabajo y me dispongo a disfrutar de una jornada sin informes ni jefes, sin órdenes ni horario establecido. Un día para ir a pagar el seguro, al banco para eso del préstamo, a pasar la ITV... ya saben. Lo primero, desayunar en la calle. Sí, me voy a permitir el lujo de tomarme unas tostadas en el centro. Me compro el periódico y me siento en la terraza de un conocido bar. Alzo mi mano a fin de llamar la atención del camarero... y nada.

Pasa una y otra vez a mi lado, con la bandeja en la mano y con la prisa reflejada en su cara. Lo llamo: “Jefe, por favor”. Ni por esas. Llevo diez minutos y por fin se acerca para, sin ni siquiera mirarme, limpiar la mesa de cafés, restos de migas, el sobre arrugado del azúcar y un vaso de agua a medio terminar. “Uno con leche, una media con aceite y un zumo de naranja natural, por favor”. El camarero se marcha quedándome la duda si ha oído mi pedido, pero en fin vamos a tener fe. Otros diez minutos. Vuelvo a repasar el periódico y, cuando ya me disponía a hacer el sudoku, aparece el camarero con un café solo, un croissant y un vaso de agua. Respiro hondo. “No ha dado ni una, oiga”. “Le pedí...”. No me dio tiempo a más. Recogió en un pis pas asintiendo con la cabeza, como diciendo “Sí, ya lo sé, ya recuerdo”. Otros cinco minutos por el reloj. Al fin aparece con lo que le pedí. Lo deposita en la mesa buscando mi aprobación, que finalmente obtiene al comprobar que todo estaba bien. Me acerco al café y ¡voila!, “está frío”. La tostada, también ha sufrido los rigores de un largo tiempo fuera del tostador y el zumo... es de bote. Se me queda la cara de tonto y, a riesgo de pillar una pulmonía, me tomo el café, la tostada con aceite y el zumo de bote que, además, estaba aguado ya que los dos cubitos de hielo ya se habían derretido. Respiro hondo una vez más y pido la cuenta.

Se acerca el camarero, recoge todo y se lleva el periódico. “Oiga, que no es de la casa, que es mío, que lo compré esta mañana”. Ni caso. Se pierde entre las mesas y decido esperar a que vuelva para expresarle mis quejas. Vuelve, sí, pero de pasada. Sin hacerme caso. “Mi cuenta, por favor”. “Y el periódico, que es mío”. Respiro hondo una vez más, pero esta vez sonrío. Me levanto despacio y, sin vacilar, desaparezco por la calle abajo. Sí, me he ido sin pagar... pero ¡Qué gustazo y qué bien me he quedado.! ¿No les parece?.

jueves, 2 de junio de 2011

EL DISCO DE SIMAGO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 2/6/2011)

Abrí la última caja. Había libros, apuntes, discos y un sinfín de recuerdos que me había traído de casa de mi padre veinte años después de marcharme de casa y que contenían parte de la esencia de mi niñez y juventud. En ellas me reencontré con mi colección de libros de “Los Cinco”, con las revistas “Don Miki” y “SuperPop”, con el álbum de la Liga 77/78, mi colección de llaveros, el poster de AC/DC y una docena de singles. Muchos recuerdos al volver a ver “The Wall” de Pink Floid, “Perdido en mi habitación” de Mecano y… “Gloria” de Umberto Tozzi. Ahí paré. Cuando tuve entre mis manos ese disco mi sonrisa mudó en vergüenza. Era enero de 1980. En esa época era un joven inquieto, ávido de sensaciones, que estudiaba bachillerato. La compra de un libro me llevó al centro, en concreto, a Simago. En su día fue el primero que instaló una escalera mecánica, y muchos lo recuerdan como el primer hipermercado de la ciudad. En fin, que vagando por los pasillos me encontré en la sección de discos. Por entonces Umberto Tozzi era un ídolo con títulos como “Te amo” o “Tu”, y ahora media Europa cantaba “Gloria”.

Y allí estaba yo, sin un duro y con una carpeta con fotos de cantantes y futbolistas. Y lo pensé. Había poca gente. Entonces no había cámaras de vigilancia ni dispositivos que pitan si no pasas por caja. Miré a ambos lados. Comencé a sudar y a ponerme nervioso. El angelito de mi hombro derecho me recordó el séptimo mandamiento. El diablillo de mi siniestra, sin embargo, me empujaba al hurto. Alargué la mano y cogí el single. De repente, una señora se paró a mi lado en la sección de zarzuela. Eso me dio tiempo para pensar lo que estaba a punto de hacer. Tras un par de minutos volví a encontrarme solo. Transpiraba adrenalina por todos mis poros. ¿Y si alguien te ve?, me susurró al oído el angelito. ¡Qué vergüenza!, pensé. Se lo dirían a mis padres... El diablillo reaccionó rápidamente, y, en un abrir y cerrar de ojos, me empujó a meter el single entre los apuntes de mates y lengua. Ya está hecho, pensé. Miré a mi alrededor. Un sentimiento de culpa me invadió de repente. ¿Qué he hecho?. Sudaba a chorros. El corazón estaba a punto de salir por la boca.

Ahora debo irme. Lo hice despacio. Ya estaba en la Doña Blanca y, sin mirar atrás, me dirigí rápido a Esteve para coger el autobús. No quiero recordar los improperios que lanzaba a mi oído el diablillo de mi conciencia. Tardé días en escuchar el single en mi tocadiscos y meses en olvidar un pecado que, convenientemente narré al cura al día siguiente. Y ahora, treinta años después, Umberto, en la portada, me miraba fijamente recordándome el robo que cometí. He pensado en devolver el disco o el dinero a Simago, pero en su lugar hay ahora un Carrefour Express. Mientras, en mi hombro izquierdo, el diablillo, apelando a mi conciencia, me obliga a escribir estas líneas en el ordenador mientras sonríe socarronamente canturreando eso de Gloria, Gloria…