miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL COCHINILLO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 22/12/2011)

Probablemente una de las cosas más agradables de la Navidad sea la convivencia con los amigos, la reunión con los colegas de profesión, el encuentro con los compañeros alrededor de una buena comida. Son días de vacaciones, de regreso a lo más íntimo, de fraternidad. Comidas de empresa, almuerzos con la familia, cenas con los amigos… Pero este año es tan particular como el patio de mi casa. Se nota que la cosa económica no está como otros años. O bien se mira con lupa el presupuesto de una comida o, simplemente este año hemos preferido hacerla en nuestra casa y así no gastar demasiado fuera. Pero hay momentos ya institucionalizados que son “sagrados”.

Viene esto a colación del almuerzo que la pasada semana reunió a Los Titos (creo que ya les he hablado de esta peña de amigos míos), en un conocido Restaurante de la ciudad. Pues bien, allí estábamos, rozando las tres de la tarde, una decena de “titos” alrededor de una mesa, hablando de todo un poco, brindando con oloroso y bromeando con la crisis… cuando llegó. Fue casi sin darnos cuenta. Se abrió la puerta del salón y allí estaba él. Su olor nos llegó incluso antes de que apareciera. Se hizo el silencio. Todos giramos la cabeza y lo miramos embelesados. Se acercó despacio, a cámara lenta, casi protocolariamente, hasta que fue a pararse justamente en el centro de la mesa. Troceado y churruscadito, nuestro amigo el “Tito Cochinillo” era, como cada año, la excusa perfecta para reunirnos en torno a él y degustarlo regado con un buen Rioja. Pasaron los minutos y llegaron el postre, los chupitos y las copas. Y más brindis por el añorado tito Juan Andrés, que se nos fue al cielo, por el tito Paco Méndez que estaba de viaje y por nosotros y el año que comienza. En ocasiones pienso que son estos momentos los que realmente merecen la pena. Los fugaces instantes en que se aparcan los problemas y surge la charla relajada y amigable, sin ambages, sin intereses de por medio, con la amistad como única bandera a enarbolar. Abrir hoy un periódico o escuchar un informativo en radio o verlo en televisión es una invitación permanente al pesimismo por lo que hay y por lo que nos espera. Nuestro futuro laboral está en el aire, los que aún lo mantenemos. Y el país se prepara para tiempos nada gratos. Por eso, momentos como los vividos el pasado viernes me ayudan a sobrevivir y a encarar el nuevo año con optimismo y ganas de hacer las cosas bien.

Probablemente cada uno de ustedes tenga su propia experiencia navideña, sin duda, agradable. Pero yo, desde esta tribuna, a dos días de la Nochebuena y con el permiso de los lectores de Viva Jerez, quiero agradecer la fantástica tarde vivida con mis titos Pedro García, Sergio Seco, Desi Martínez, Juan Álvarez, Juan Reyes, Antonio Cala, Manolo Monge, Gregorio Ruiz y Emilio Rubiales. Levanto mi copa y brindo por vosotros. Feliz Navidad a todos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL GORDO DE LA NAVIDAD

(Artículo publicado el 15/12/2011 en Viva Jerez)

La cultura y las tradiciones forman parte de nosotros. Ambos conceptos se funden en los pueblos para dotarlos de una identidad que los diferencia de los demás. Y ese contraste es, precisamente, el que les otorga un sentido único que debe ser preservado para, de este modo, mantenerlo vivo generación tras generación. Sirva esta introducción para manifestar mi rechazo frontal a ese señor gordo vestido de rojo, con una gran barba blanca y un extraño gorro con borla que, de un tiempo a esta parte y cuando llegan estas fechas navideñas, me lo encuentro en hipermercados, colgado de algún balcón, en forma de muñeco de chocolate o en la calle Larga repartiendo folletos mientras hace sonar su estridente campana.

Sí, estoy hablando de Santa Claus, también llamado Papa Noel. Se trata, como saben, de una tradición importada de los países nórdicos y que hace alusión a la leyenda del espíritu de la Navidad pero que nada tiene que ver con el cristianismo o el nacimiento de Jesús en Belén. Ya, en un anterior artículo hablé de otra tradición “importada”, como era la del Jalowin, que se nos ha colado casi sin darnos cuenta y que ya han adoptado nuestros hijos e hijas sin saber si quiera de dónde viene y porqué. Pues, en consonancia con ello, tampoco estoy de acuerdo ni me siento identificado con este extraño señor que, además, llega en un trineo (muy español, sí señor) tirado por renos (que como todos saben pertenece a la fauna autóctona mediterránea), volando (¡Sí, hombre!), haciendo sonar su campanita (¡Otra vez con la dichosa campana!), balbuceando algo parecido a “Jo, jo, jo...” (¿De qué se ríe el gachó?. ¿Habrá fumado algo raro?), mientras intenta sin fortuna entrar por la chimenea (le sugiero un plan de adelgazamiento severo). No me gusta que reparta regalos la noche del 24 de diciembre porque se adelanta a la llegada de los Reyes Magos, que esos sí que son nuestros, los de toda la vida, anclados en nuestras tradiciones y fieles a la noche del 5 de enero.

¿Imaginan la cara del inocente Gaspar cuando llegue a una casa llena de juguetes que Santa Claus ya dejó dos semanas antes?. “¿Otro balón?, ¡¡Si ya tengo uno más bonito que me trajo Papá Noel!!”, diría el niño la mañana del día 6. “Otra vez se nos ha adelantado Noel… Es que se le quitan las ganas a uno”, pensaría el Rey Mago al ver ese panorama. Puedo pasar por el hecho de que hayamos incorporado el árbol de Navidad a nuestras casas (siempre que comparta su espacio con el belén). Pero no paso por agregar a Papá Noel a nuestra cultura. Estoy pensando en quitarle los madroños al niño y dárselos al gordinflón a ver si se emborracha, se cae de la chimenea y se marcha con la campanita y la resaca acompañando a los borrachos que, aprovechando que el río de Cartuja es de vino, van haciendo eses por el camino… Jo, jo, jo…

jueves, 1 de diciembre de 2011

EL OJO DE LA CERRADURA

(Artículo publicado en Viva Jerez el 1/12/2011)

Alguien dijo que la televisión debería tener la forma del ojo de una cerradura para, de este modo, calmar las ansias morbosas y voyeuristas de buena parte de esta sociedad. Desde épocas pretéritas ha sido afán del hombre observar la vida ajena a hurtadillas, quizá para no ver la viga en el ojo propio. Cotillear sobre las miserias humanas de los vecinos, los secretos de alcoba o sus desvaneos e infidelidades para, a posteriori, hacerse el interesante contándolas en un foro determinado, ha sido durante siglos una práctica común y de la que casi nadie se ha salvado. “¿Sabes que Manolo se ha separado de su mujer para irse con otra…?. o “Me han dicho que Loli se ha operado los pechos. ¿Has visto cómo los tiene? ¿De dónde habrá sacado el dinero?” o “Creo que el hijo de la Conchi es de la otra acera. El otro día lo vi con un amigo paseando y lo cogió de la mano…”. Soltar en una reunión comentarios como estos es abrir la puerta a conjeturas y a chismorreos que siempre van acompañados del “No lo cuentes a nadie”.


Conscientes de este afán por conocer y opinar de la vida de los demás, y ahora que las cerraduras se han hecho más estrechas debido al tamaño de las llaves, los programadores de las televisiones generalistas trasladaron este interés a la pequeña pantalla. Así nacieron experiencias como el “Gran Hermano”, de gran éxito en multitud de países (lo que demuestra que no es una cuestión de culturas, si no de la misma raza humana). Este programa se basa en decenas de cerraduras por las que, desde el cómodo sillón del salón, escudriñar las 24 horas de personas anónimas conviviendo en una casa. A la par surgieron otros programas como “El bus”, “La isla de los famosos”, “Supervivientes”, “La casa de tu vida”, “La caja” o el último eslabón de la prostitución de la vida propia a cambio de dinero con el programa de Tele 5 “El juego de tu vida”. El concursante, sometido a un detector de mentiras, debe decir la verdad a cambio de ver aumentado su capital, contestando a preguntas como “¿Le has sido infiel a tu mujer?. ¿Has deseado acostarte alguna vez con una persona de tu mismo sexo?. ¿Te gusta más tu cuñada que tu mujer?.¿Has robado en tu trabajo?. Y debe contestar ante la presencia de su mujer, su cuñada, su madre y su hermano que lo observan atónitos ante lo que escuchan. Y lo peor es que este tipo de programas tienen éxito. Alguna vez el zapping me dirige a este tipo de espacios y me pregunto si los programadores televisivos son los culpables o lo somos nosotros por no cambiar de cadena. Porque si todos le diéramos la espalda, está claro que sería retirado de inmediato por aquello de la audiencia. Lo dicho, propongo que la tele se parezca a una cerradura antigua que, por cierto, ¿Se han dado cuenta que ésta tiene forma de cuerpo sensual?. Y es que, al final, todo encaja…