lunes, 31 de agosto de 2015

DRON. UN INGENIO VOLADOR QUE HA VENIDO PARA QUEDARSE

El término “Drone” (zángano en inglés) fue aplicado por los americanos a los primeros UAS (aeronaves cuyo piloto no va a bordo) derivados del modelo británico “Queen Bee” (abeja reina).  Tras décadas de uso exclusivamente militar, el multirrotor al que hoy denominamos Dron se ha popularizado en los últimos años
tras su aplicación comercial en trabajos que requieren una cierta autonomía aérea.
Su capacidad autónoma los convierten en herramientas esenciales para su utilización en lugares peligrosos o de difícil acceso. Igualmente se muestran adecuados para prestar apoyo a los servicios de emergencia  en zonas de desastres naturales a fin de coordinar las posibles acciones de rescate o el envío de medicinas o suministros. La cartografía de terrenos muy amplios y la realización de ortofotos; la gestión de cultivos e incluso la fumigación automática de algunas zonas;  el control de obras y la evaluación de su impacto; el seguimiento de la planificación urbanística, la gestión del patrimonio o el control y análisis del tráfico en las grandes ciudades son otras de las aplicaciones que se están conociendo en paralelo a la aparición de nuevos modelos con nuevas y mejores prestaciones.

Pero probablemente, entre el gran público, la aplicación más conocida sea la imagen que desde el cielo ofrecen estos drones. Equipados con cámaras de alta definición dirigidas desde el propio mando en tierra y con la visión que en tiempo real muestran en dispositivos como tablets o smartphones, son capaces de sobrevolar  cualquier escenario natural para mostrarnos  fotografías y vídeos de una espectacularidad única. La industria del cine ya se ha fijado en estos pequeños ingenios voladores para filmar escenas que, hasta ahora, solo podían recoger helicópteros o avionetas con el gasto que ello suponía y el poco control que se tenía sobre las imágenes que se captaban. En definitiva, ningún experto se atreve hoy a aventurar  hasta dónde podrían llegar las aplicaciones de los drones a medio y largo plazo.  El abanico de posibilidades es inmenso y por ello los gobiernos de todo el mundo han decidido regular su actividad. El hecho de que sean consideradas como “aeronaves” no tripuladas les ha conferido una categoría que, en cierta medida, está íntimamente ligada a la aeronáutica. Es por eso que la regulación actual exige para su utilización en trabajos profesionales una titulación oficial de piloto que, en el caso de España, está avalada por la AESA (Agencia Española de Seguridad Aérea) dependiente del Ministerio de Fomento. Un curso de 60 horas teóricas y 7 prácticas realizado por las Escuelas de Pilotos de Navegación Aérea existentes en nuestro país.

No en vano, utilizan un espacio aéreo común que ya está regulado por los organismos correspondientes. Elevar un dron una altura considerable o en lugares poco recomendables  como en las cercanías de un aeropuerto podría suponer un peligro para otras aeronaves. Sin hablar del uso ilegal de estos aparatos por ejemplo para  el envío de droga a kilómetros de distancia o para la invasión de la intimidad;  o simplemente del peligro que supone en caso de caída ante una multitud de personas. En definitiva, los drones están aquí y han venido para quedarse. Sabemos su presente, pero desconocemos hasta dónde podrán llegar en el futuro esos ingenios voladores. El tiempo lo dirá.