miércoles, 14 de septiembre de 2011

PURO TEATRO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 15/9/2011)

En ocasiones, sentarse delante de un ordenador con la esperanza de escribir un artículo con sentido, chisposo o simplemente con coherencia, se hace muy cuesta arriba cuando tu espíritu divaga por oscuros lares de inquietud. No corren buenos tiempos para casi nadie. El desasosiego ante el futuro que se nos avecina apaga la tenue llama de optimismo que cada mañana se enciende en nuestros corazones. La esperanza y la ilusión acaban sepultadas por la realidad. Quizá porque hasta ahora, muchos hemos venido observando el escenario desde el patio de butacas, ajenos a la representación que veíamos sobre las tablas.

Pero todo acaba. De un tiempo a esta parte, decenas de nuevos actores sin experiencia se han visto forzados a subir al escenario abandonando ese cómodo patio de butacas en el que estaban felizmente sentados. A veces, alguno logra bajar y volver a sentarse. Pero solo un rato. Al poco tiempo, el acomodador le insta a volver a un escenario que, en los últimos años, se ha visto desbordado de actores noveles. Y, paradojas de la vida, cada vez hay menos butacas. En ocasiones, alguna queda vacía porque su ocupante se marcha a su casa a descansar. Pero nadie la vuelve a ocupar. La retiran y la guardan en una habitación oscura a la espera de mejores tiempos. ¿Culpas?. Todos tenemos alguna parte. Los dueños del Teatro, los actuales y los que les precedieron, por no saber llevar bien una gestión para la que fueron elegidos por todos. Los señores del puro porque nos prestaron alegremente el dinero para tener la mejor butaca y el mejor sitio para ver la representación, y ahora, no sólo cierran el puño, sino que nos amenazan con quitarnos el asiento para siempre. Y nosotros, todos, por creernos la falacia de que asistíamos a la mejor representación en el mejor teatro, por dejarnos embriagar por los focos de colores que iluminaban el escenario sin ver que todo era puro teatro y que tras el decorado solo había cables, tablas de madera y la oscuridad más absoluta. No nos percatamos que alguien había cambiado los carteles de la puerta y que la función ya no era una comedia sino un drama.

¿Y ahora, qué hacemos?. Algunos ya han comenzado a protestar y acampan a las puertas del teatro. Otros abuchean y patalean sobre el escenario en un intento de hacerles ver a los dueños del teatro, a los señores del puro y al público que la obra no les gusta y que debe cambiarse. Pero son pocos aún. Hace falta más ruido. El suficiente para que los dueños del Teatro aumenten su aforo y vuelvan a poner las butacas. El suficiente para que los del puro vuelvan a abrir sus puños cerrados. El suficiente como para que vuelva la comedia al escenario y los actores sin experiencia al patio de butacas, que es donde deben estar… Sin saber cómo he terminado de escribir. Y creo que me ha servido de terapia para encarar con optimismo un futuro en el que ahora creo. Todavía podemos cambiar el guión. Es difícil pero no imposible. Empecemos por hacer más ruido y por no ser tan conformistas. Nos jugamos mucho. Todos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA FIGURITA DEL CHINO


(Artículo publicado en Viva Jerez el 8/9/2011)
Era una figura pequeña, un sucedáneo de porcelana de Lladró. Representaba a una linda pastorcilla que sostenía entre sus brazos una cestita de fruta. Y allí estaba ahora. En el suelo, hecha añicos. Un dedito por aquí, un trocito de pera por allá… Alcé la vista y miré a mi alrededor. No había nadie. Seguro que en unos segundos aparecería uno de los chinos, de esos que hacen ronda por los pasillos, y descubriría el hecho. Así que, con disimulo, hice mutis por el foro mientras apartaba con el pie los trocitos que pude. Caí en la cuenta que una de las cámaras podría haber captado la caída de la figurita al suelo. Iba algo despistado cuando resbalé con una bolsa de plástico y mi mano golpeó a la pastorcilla. Puede que esté grabado y me esperen en la puerta para pedirme explicaciones. 

Dejo atrás el pasillo en cuestión y al doblar la esquina me doy de bruces con un joven de color (amarillo, se entiende). ¡Lo sabe!. Lo noto en sus ojos achinados que me miran fijamente mientras paso a su lado. Empiezo a sudar. Me entretengo mirando los deuvedés de un sucedáneo de Bruce Lee que se venden a un euro con quince. Pero mis ojos no están fijos en el chino karateca de la carátula, sino en el que me ha seguido y que se mantiene a pocos metros detrás de mí. No me quita ojo el tío. Siempre puedo decir que la bolsa con la que resbalé no debía estar allí y que la culpa es de la tienda. Incluso, si la grabación de la cámara no es nítida puedo decir que no soy yo y que esa no es una prueba fiable del delito. Parece que el chino ha desaparecido. Doy un par de vueltas más y me marcho. Mientras camino por los pasillos me doy cuenta que cogido un dvd del sucedáneo de Bruce Lee bajo el sugerente título de “La maldición del Dragón Thai Fei”. De repente, en un espejo al final del pasillo, observo cómo a el chino me sigue. No paro y sin darme cuenta observo que he vuelto al lugar del suceso. Lo noto porque mi pie aplasta uno de los pocos trocitos de porcelana que quedaban por el suelo. Trago saliva. 

¿Quién me mandaría a mi entrar en esa tienda de los chinos?. Sí, a veces lo hago y siempre compro algo (una docena de sucedáneos de bolígrafos bic a un euro, una llave inglesa a dos, un sucedáneo de loctite). No puedo más. La culpa me persigue…y el chino también. Debo afrontar la situación y reconocer mi error. Me dirijo a caja. La chica de ojos achinados pasa por el lector el dvd y me indica con el dedo los cuatro euros que marca la máquina, mientras “creo” que guiña su ojo (es difícil saberlo cuando están casi cerrados…). Sin embargo, en la carátula aparece un euro con quince. ¿Me habrá cobrado la figurita?. ¿Me habrá guiñado por eso?. ¡Qué listos estos chinos!. Así les va. No me ponen en el compromiso y ellos se cobran la figurita. En fin, todos contentos. Ya en la puerta, me giro y veo al chino sonriente saludándome con la mano. A ver si, por lo menos, la maldición del Dragon Thai Fei no es un bodrio de peli, aunque les confieso que no tengo muchas esperanzas…