miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA FIGURITA DEL CHINO


(Artículo publicado en Viva Jerez el 8/9/2011)
Era una figura pequeña, un sucedáneo de porcelana de Lladró. Representaba a una linda pastorcilla que sostenía entre sus brazos una cestita de fruta. Y allí estaba ahora. En el suelo, hecha añicos. Un dedito por aquí, un trocito de pera por allá… Alcé la vista y miré a mi alrededor. No había nadie. Seguro que en unos segundos aparecería uno de los chinos, de esos que hacen ronda por los pasillos, y descubriría el hecho. Así que, con disimulo, hice mutis por el foro mientras apartaba con el pie los trocitos que pude. Caí en la cuenta que una de las cámaras podría haber captado la caída de la figurita al suelo. Iba algo despistado cuando resbalé con una bolsa de plástico y mi mano golpeó a la pastorcilla. Puede que esté grabado y me esperen en la puerta para pedirme explicaciones. 

Dejo atrás el pasillo en cuestión y al doblar la esquina me doy de bruces con un joven de color (amarillo, se entiende). ¡Lo sabe!. Lo noto en sus ojos achinados que me miran fijamente mientras paso a su lado. Empiezo a sudar. Me entretengo mirando los deuvedés de un sucedáneo de Bruce Lee que se venden a un euro con quince. Pero mis ojos no están fijos en el chino karateca de la carátula, sino en el que me ha seguido y que se mantiene a pocos metros detrás de mí. No me quita ojo el tío. Siempre puedo decir que la bolsa con la que resbalé no debía estar allí y que la culpa es de la tienda. Incluso, si la grabación de la cámara no es nítida puedo decir que no soy yo y que esa no es una prueba fiable del delito. Parece que el chino ha desaparecido. Doy un par de vueltas más y me marcho. Mientras camino por los pasillos me doy cuenta que cogido un dvd del sucedáneo de Bruce Lee bajo el sugerente título de “La maldición del Dragón Thai Fei”. De repente, en un espejo al final del pasillo, observo cómo a el chino me sigue. No paro y sin darme cuenta observo que he vuelto al lugar del suceso. Lo noto porque mi pie aplasta uno de los pocos trocitos de porcelana que quedaban por el suelo. Trago saliva. 

¿Quién me mandaría a mi entrar en esa tienda de los chinos?. Sí, a veces lo hago y siempre compro algo (una docena de sucedáneos de bolígrafos bic a un euro, una llave inglesa a dos, un sucedáneo de loctite). No puedo más. La culpa me persigue…y el chino también. Debo afrontar la situación y reconocer mi error. Me dirijo a caja. La chica de ojos achinados pasa por el lector el dvd y me indica con el dedo los cuatro euros que marca la máquina, mientras “creo” que guiña su ojo (es difícil saberlo cuando están casi cerrados…). Sin embargo, en la carátula aparece un euro con quince. ¿Me habrá cobrado la figurita?. ¿Me habrá guiñado por eso?. ¡Qué listos estos chinos!. Así les va. No me ponen en el compromiso y ellos se cobran la figurita. En fin, todos contentos. Ya en la puerta, me giro y veo al chino sonriente saludándome con la mano. A ver si, por lo menos, la maldición del Dragon Thai Fei no es un bodrio de peli, aunque les confieso que no tengo muchas esperanzas… 

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