miércoles, 11 de junio de 2014

EQUIDAD

(Artículo aparecido en Viva Jerez el 11/6/2014)
Copio-pego, siempre con su aquiescencia, la reflexión de mi amigo, confidente, hermano, tito Pedro García Bermúdez en su perfil de Facebook acerca de una actualidad que nos resulta muy cercana.


“Hojeo el periódico con sano ánimo de estar informado y todo en él resulta insano: Las escuchas de los sabuesos de Obama a la pelirroja Merkel; corrupciones del alcalde de Venecia; el caballero de la mesa redonda catalana, Arturo Mas, con su persistente rollo soberanista; dinero público para las campañas del PP-Madrid; al angelito Blasco se le impone una fianza irrisoria de 200.000 euros para eludir la cárcel; los eres fraudulentos andaluces; de las páginas económicas mejor no hablar ni escribir. En fin, engaños, corrupciones, saqueos, prevaricaciones... 

Afortunadamente, las páginas culturales me distraen y me ilustran; las que se emplean en la ciencia y la tecnología me alivian; por las de deportes paso de puntillas; y las necrológicas (a más edad menos evitables) me refrescan la memoria sobre el amargo reverso de la moneda y lo efímero de nuestra existencia. La vida es el anverso valioso de una moneda de curso esencial, “el río manriqueño que va a dar en la mar, que es el morir”, escribió D. Jorge. Pero mientras ese río fluye, mientras nuestra existencia transita por su lecho, salvando recodos, deteniéndose en ocasiones, corriendo otras, saltando piedras y escarpados, a veces diáfano y otras tantas turbio, no debiéramos ignorar ni olvidar las aguas estancadas y malolientes y las ciénagas más sombrías. No sabemos si hay vida después de la muerte, lo que es cierto es que hay muerte después de la vida y, la más penosa de las certidumbres, que existe y nos rodea la muerte en vida. Vidas destrozadas por cien mil guerras, hambres y miserias, pobrezas de extrema gravedad, pueblos enteros exentos de auxilios, donde la enfermedad y la muerte, en perverso tándem, se enseñorean y se instalan entre sus habitantes. Vivimos encharcados en pleitos y controversias de dudosa efectividad, en tontos debates. Nos bandeamos entre independentismos, nacionalismos integristas y canallas, monarquías vs. repúblicas, banderas de uno u otro color, el yin y el yang,.. 

Olvidamos en cambio a los que de verdad necesitan atención, a los que sufren, desahuciamos de nuestras memorias a pobres de socorro urgente, a hambrientos sin pan ni consuelo. El verdadero poder está concentrado en manos de unos pocos y éstos ostentan más riqueza que el PIB en conjunto de los países más pobres. Son los poderosos, al mando de sus respectivos países, los que imponen sus recetas en el G-20 para no perder privilegios. Aunque huela a utopía y a demagogia, ¿no sería ésta causa necesaria para amotinarse, revolverse como felino panza arriba e intentar modificar esa injusta estructura establecida por la élite dominante? “Para que la globalización sea positiva, ha de serlo para pobres y ricos por igual. Tiene que aportar el mismo grado de derechos que de riquezas. Tiene que suministrar el mismo grado de justicia y equidad social que de prosperidad económica y de buenas comunicaciones” (Kofi Annan). 

miércoles, 4 de junio de 2014

AQUÍ CABEMOS TODOS

(Artículo publicado en Viva Jerez el 5/5/2014)
Me patean esos individuos que te apartan por ser diferente. Me asquean esas personas que discriminan a los demás por no ser de su misma raza, religión o tendencia sexual. Aborrezco a aquellos que creen hablar en nombre de los demás y que utilizan el término “normal” como única vara de medir. Me entristece observar en la sociedad actual comportamientos xenófobos, racistas y excluyentes que únicamente persiguen situarse en una posición superior y, desde esa atalaya absolutista, utilizar la fuerza como argumento y el poder en vez de la razón. En algún otro artículo subrayé que este mundo en el que nos ha tocado vivir, es de todos y de nadie. Formamos parte de un todo llamado naturaleza (a la que por cierto maltratamos, dicho sea de paso). Esta sociedad la hemos creado entre todos y, entre todos, hemos elaborado las leyes que nos permiten convivir en armonía. Sólo aquellos que no acepten formar parte de esta estructura, bien autoexcluyéndose conscientemente o bien contraviniendo la ley que hemos consensuado entre todos, pueden considerarse al margen. Los demás, la mayoría, forma parte de una cadena a la que no le sobran eslabones. 

Nadie es dueño de esa cadena ni nadie puede hablar en su nombre. Ni gobernantes, ni políticos, ni empresarios. Es la colectividad, entendida ésta en un sentido estrictamente democrático y plural, la única que puede crear, alterar o suprimir esas normas que nos hacen iguales ante la ley. Por eso, me duele enormemente cuando a través de los medios de comunicación escucho los constantes episodios de violencia masculina hacia las mujeres, los ataques gratuitos de “los elegidos” de un determinado partido político frente a “los otros”, los actos terroristas de unos pocos que se creen muchos contra todos, las humillaciones que sufren algunos homosexuales por su valentía al salir del armario o los abusos y vejaciones hacia los inmigrantes porque son diferentes y “nos van a invadir”. 

Afortunadamente se trata de actos cada vez más aislados, pero no debe bajarse la guardia frente a la intolerancia. La historia nos advierte de los errores del pasado y debemos tenerla presente a fin de no repetirlos. Negros, blancos y amarillos. Heteros, bis y homosexuales. De derechas y de izquierdas. Discapacitados o no. Cristianos, musulmanes o ateos. Altos y bajos. Rubios y morenos. Hombres y mujeres. ¿Alguien se atreve a afirmar que es mejor que el otro?. Parafraseando a Víctor Manuel, “Aquí cabemos todos... o no cabe ni Dios”.