miércoles, 8 de junio de 2011

EL CAMARERO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 9/6/2011)

Martes por la mañana. Hoy me he despertado temprano. He pedido el día libre en el trabajo y me dispongo a disfrutar de una jornada sin informes ni jefes, sin órdenes ni horario establecido. Un día para ir a pagar el seguro, al banco para eso del préstamo, a pasar la ITV... ya saben. Lo primero, desayunar en la calle. Sí, me voy a permitir el lujo de tomarme unas tostadas en el centro. Me compro el periódico y me siento en la terraza de un conocido bar. Alzo mi mano a fin de llamar la atención del camarero... y nada.

Pasa una y otra vez a mi lado, con la bandeja en la mano y con la prisa reflejada en su cara. Lo llamo: “Jefe, por favor”. Ni por esas. Llevo diez minutos y por fin se acerca para, sin ni siquiera mirarme, limpiar la mesa de cafés, restos de migas, el sobre arrugado del azúcar y un vaso de agua a medio terminar. “Uno con leche, una media con aceite y un zumo de naranja natural, por favor”. El camarero se marcha quedándome la duda si ha oído mi pedido, pero en fin vamos a tener fe. Otros diez minutos. Vuelvo a repasar el periódico y, cuando ya me disponía a hacer el sudoku, aparece el camarero con un café solo, un croissant y un vaso de agua. Respiro hondo. “No ha dado ni una, oiga”. “Le pedí...”. No me dio tiempo a más. Recogió en un pis pas asintiendo con la cabeza, como diciendo “Sí, ya lo sé, ya recuerdo”. Otros cinco minutos por el reloj. Al fin aparece con lo que le pedí. Lo deposita en la mesa buscando mi aprobación, que finalmente obtiene al comprobar que todo estaba bien. Me acerco al café y ¡voila!, “está frío”. La tostada, también ha sufrido los rigores de un largo tiempo fuera del tostador y el zumo... es de bote. Se me queda la cara de tonto y, a riesgo de pillar una pulmonía, me tomo el café, la tostada con aceite y el zumo de bote que, además, estaba aguado ya que los dos cubitos de hielo ya se habían derretido. Respiro hondo una vez más y pido la cuenta.

Se acerca el camarero, recoge todo y se lleva el periódico. “Oiga, que no es de la casa, que es mío, que lo compré esta mañana”. Ni caso. Se pierde entre las mesas y decido esperar a que vuelva para expresarle mis quejas. Vuelve, sí, pero de pasada. Sin hacerme caso. “Mi cuenta, por favor”. “Y el periódico, que es mío”. Respiro hondo una vez más, pero esta vez sonrío. Me levanto despacio y, sin vacilar, desaparezco por la calle abajo. Sí, me he ido sin pagar... pero ¡Qué gustazo y qué bien me he quedado.! ¿No les parece?.

1 comentario:

  1. Querido Esteban: Esto es lo que tenemos en el centro de Jerez. Están matando a la gallina de los huevos de oro...gente desagradable, con cara de pocos amigos, malos gestos, malos modos...
    Hace tiempo que lo vengo comentando...dónde están esos camareros de antes? dónde está ese buen hacer? dónde están esos profesionales del buen trato? Posiblemente, en el paro...como yo y como muchos.
    El próximo día que libres te aconsejo que te vayas a Ikea...un euro el desayuno, limpieza y gente joven luchando por salir adelante con sueldos miserables...pero con una gran sonrisa dibujada en su cara.
    Yo nunca llegué a mangar un disco en Simago, pero no fue por falta de ganas...
    Un beso

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