Dicen los gallegos
que “Nas meigas haberlas hailas”. Pues bien, con los gorrones pasa lo
mismo. Haberlos hailos, en cualquier oficina, en cualquier bar... Tienen
tácticas de guerra de guerrillas y pasan a la acción en el momento más
inesperado. Son esos que se apuntan a un bombardeo esté donde esté, si éste es
gratis. Los ves en los saraos donde haya comida y bebida a tutiplén. Acuden a
presentaciones, conferencias, inauguraciones y todo tipo de actos siempre que
al final aparezcan las bandejas de jamoncito, quesito o lomito en caña siempre regado
con una caña de cerveza o un vinito de la tierra. No importa si el acto es la
inauguración de la variante de una comarcal o la suelta de cangrejos autóctonos
en el río Guadalete. Si hay condumio, ahí está el tío, o la tía. Este espécimen
-el gorrón- se mueve perfectamente en este ambiente. Se mimetiza con los
invitados de tal forma que todos creerán que su sola presencia engrandece el
acto. Habla con todos, sonríe a diestro y siniestro y come, come y bebe como si
fueran a dejar de traer bandejas a los cinco minutos. El manual del buen gorrón
aconseja tomar posición junto a la puerta donde salen los camareros. Allí,
agazapado y con una depurada técnica, esperará el momento para lanzarse a dos
manos sobre la bandeja de canapés. Es ahí cuando no conoce a nadie. Todos son
enemigos.
El gorrón es ese que se queda hasta el final y que incluso pide un
trago largo para completar la faena. Y si además puede llevarse un recuerdo,
véase un catavino conmemorativo, bolígrafos de propaganda o la botella del agua
del orador de turno, mejor que mejor. Otro tipo de gorrones los tenemos más
cerca, al lado. Son esos que nunca tienen suelto. Que te piden que pagues “que
mañana pagaré yo”... y ese mañana no llega. Que conoce los cumpleaños de todos
los compañeros por si invitan, pero que nadie sabe cuándo los cumple él. Son esos
que, cuando irremediablemente tienen que aflojar el bolsillo, te sacan un
billete de 500 euros aduciendo que no tienen suelto y al final tienes que pagar tu. Esos que siempre acceden a una
invitación en tu casa (por supuesto sin llevar siquiera una botella de Don
Simón) pero que nunca te invitarán a la suya porque está de obras, porque no le
cuadra o porque los niños tienen el sarampión malayo.
Son esos que huelen una
convidada a leguas y están capacitados para oír a cientos de metros esa palabra
mágica que dice “Hoy invito yo”. Son esos que siempre piden tabaco pero que
nunca dan porque se les ha acabado o peor aún “es que lo estoy dejando”. Esos
que van solos a tomar café para no tener que invitar al compañero de oficina.
Están por todas partes, agazapados, tomando posición y esperando la mínima
oportunidad para apuntarse a lo que sea... siempre que sea gratis y se pueda
pillar algo. ¿Conoce usted a algún gorrón?. Haga la prueba. Grite ahora en voz
alta ¡Hoy invito yo!. Y verá cómo salen... ¡Vaya que si salen!
Pero claro que conozco gorrones!! todos mis conocidos y familiares a excepción de uno o dos.. !!
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