(Artículo publicado en Viva Jerez el 13/9/2012).
No hay día que no oiga hablar en
cualquier foro de la crisis que azota al país. Hay quienes predicen que aún no
hemos tocado fondo; agoreros que desempolvan los viejos escritos mayas para
asegurar el hundimiento del sistema, y mientras, economistas y banqueros
analizan las causas atribuyéndolas, en parte, al resfriado de los Estados
Unidos que ha acabado creándonos una pulmonía de efectos imprevisibles. También
hay, como en todo, una falta de información sobre lo que está pasando. Quizá
porque conceptos como prima de riesgo, banco malo, recapitalizaciones,
equilibrios macroeconómicos… se escapan al entendimiento de la mayoría de los
mortales y eso nos pone aún más nerviosos. Es por ello que se ha creado un
clima de desconfianza que ha retraído el gasto. Esto se une a la constatación
de que hasta hace pocos años vivíamos en una burbuja de irrealidad que nos
estimulaba a tirar del crédito debido a los bajos intereses bancarios.
Nuestros
mayores, garantes de una sabiduría que atesoran por ser más viejos que diablos,
nos advirtieron hace años que las fábulas no solo son para leerlas sino para
aprender de ellas. Como la de la cigarra y la hormiga. Seguro que conoce a
algún vecino, familiar o amigo (quizá sea usted mismo) que, subido a la cresta
de la ola de una figurada prosperidad, vivía por encima de sus posibilidades
sin ahorrar ni un céntimo, cual cigarra al sol. Coche nuevo, tele de plasma,
crucero por Grecia, unifamiliar con sótano y pisito en la playa, restaurantes y
ventas los fines de semana… hipotecarse hasta los dientes que después vendrán
las facturas, y como tengo nómina fija aquí no hay problema que ya pediré otro
préstamo. Y qué decir de los estamentos públicos que creyeron la fábula de que
España era un país de nuevos ricos y gastaron y malgastaron en macroproyectos
megalómanos y que el que venga detrás que arree que para eso somos cigarras con
coche oficial, dietas y amiguetes enchufados como asesores. Ganar 1.000 y
gastar 1.300 fue, hasta hace unos años, una práctica común que ahora se ha
desmoronado ante la creciente inseguridad laboral, los recortes salariales, el
miedo a un futuro incierto y la subida generalizada de casi todo.
Y de esos
barros estos lodos, porque las cuentas ya no salen. Y ahora a vender el piso de
la playa a precio de saldo (si alguien lo compra), ir andando al trabajo que
así ahorro en gasolina, a comer en casa de los padres, darse de baja del
gimnasio y de las clases de guitarra, a comprar marcas blancas y abusar del
WhatsApp para ahorrar en la factura del móvil... Cigarras que ahora miran a las
hormigas con malsana envidia porque éstas apostaron por otra forma de
administrar su dinero. Lo dicho, crisis haberla hayla, como las meigas y no me
cabe duda de que saldremos de ella. Pero al menos todo esto ha servido para que
nos demos de bruces con la realidad de un país hipotecado, que sobrevive con su
alma en la almoneda y que necesita para no hundirse del salvavidas de una
hormiga teutona que nos castigará de cara a la pared si no hacemos bien la
tarea que nos ha encomendado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario