miércoles, 5 de septiembre de 2012

MIOPIA EMPRESARIAL


(Artículo publicado en Viva Jerez el 6/9/2012)
Está en pleno centro de Jerez. Es un bar pequeño, de cuyo nombre no quiero acordarme. Recién había terminado de hacer una gestión en la plaza del Banco cuando me encontré, en la calle Larga a mi amigo Manolo “El Venencia”. Abrazos, qué tal cómo estás, cómo te ha ido el verano, cómo va la familia… en fin, que decidimos tomar una copa para celebrar que hacía más de dos meses que no nos veíamos y precisábamos actualizar nuestras vidas. Recorrimos un par de calle y entramos en el mencionado bar. En la barra pedí un Tío Pepe y Manolo un refresco. Estoy tomando antibióticos, y ya sabes… me dijo justificándose. En eso que el camarero nos anuncia que había hecho chicharrones y que estaban aún calentitos. Venga, le dije. Una tapita cortita… ¡Y cortita,!. Cuatro chicharrones que tenían más de tocino que de otra cosa. En fin, tras quince minutos de animada charla pedí la cuenta. Ésto es mío, le dije a Manolo. ¿Cuánto es?  Seis con veinte, me dice el camarero. ¿Cómoooo?  Es que, ya sabe, con la crisis nos vemos obligados a subir un poquitín los precios para sobrevivir. ¿Más de mil pesetas por una copa de vino, un cocacola y una tapita de chicharrones?.  Así es, me dijo muy serio. Pagué. Por supuesto que pagué. Pero no sin antes jurarle y jurarme por lo más sagrado que nunca volvería a ese bar. 

Tal cara de tonto debía habérseme quedado que “El Venencia”  me arrastró a otro bar para ahogar mi incrédula desazón en dos cervezas. Pidió dos cañas y, tras un minuto, el camarero nos sirvió dos tapas de garbanzos con bacalao. ¡Con la primera cerveza damos una tapa!, me dijo al ver mi cara de asombro. Charla distendida, pese al sofoco de la clavada anterior y al terminar, Manolo que pide la cuenta: Dos euros. O sea, más barato y con la barriguita llena de garbanzos con bacalao y con el pan con el que hice innumerables barquitos hasta que vi el fondo al platito. Me despedí de “El Venencia” y me fui a casa andando y reflexionando. 

Evidentemente el dueño del primer bar había ganado con nosotros más dinero que el segundo, aferrándose a la tan cacareada crisis. Pero el del segundo nos había fidelizado para los restos. Está claro que a todos mis conocidos y amigos y a cualquiera que me pregunte sobre ese bar de cuyo nombre aún no deseo acordarme le diré que no entre, ya que la clavada está asegurada. Sin embargo, les animaré a que acudan al segundo ya que allí me encontrarán siempre que pueda escaparme con alguno de mis amigos. ¿No creen que algunos hosteleros de Jerez padecen miopía empresarial al procurar una ganancia inmediata frente a la necesaria fidelización del cliente? Sí, hay crisis, pero frente a ella, imaginación. Si matamos la gallina nos quedamos sin los huevos. Además, que esto está ya inventado… Ahí tienen el ejemplo de Granada donde la tapa está asegurada tras pedir cualquier bebida… ¡A ver si tomamos nota!.

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