El “machote” vuelve a estar de moda. Sí, el macho ibérico
resurge de sus cenizas cuando todos le creían una especie en vías de extinción.
Y es ahora, en verano, cuando aparece reivindicando altivo ese nuevo concepto
de hombre que recoge el relevo de esos “tíos de pelo en pecho” verdaderos
iconos sexuales de los 80 y que, aún hoy subsisten en alguna reserva. Empecemos
por los últimos. Son fáciles de identificar. Vientre prominente, una querencia por las rubias (léase cerveza), su
pasión por el fútbol y/o los toros, pelo en pecho que sobresale orgulloso por
el último botón de la camisa (los pelos puntúan mucho, sobre todo los de
la espalda y las orejas), lamparón en la
pechera, olor a Varon Dandy, el perrito de muelle en el salpicadero del coche,
pantalones ajustados, calcetines blancos y gafas oscuras con cristal de espejo.
Pero éstos especimenes están en clara decadencia. Sobreviven en un hábitat muy
definido, atesorando las películas del héroe fílmico de los 70, Alfredo Landa
(inventor del landismo) y reuniéndose con otros compañeros que se resisten en
el Alcázar de su integridad ibérica a entrar por el aro de una metrosexualidad
que les incita a depilarse el pecho o embadurnarse su rostro sin afeitar de
cremas y potingues.
Vayamos ahora a los actuales “machotes”. Se reconocen por
su coche tuneado, con alerones y faldones que casi arrastran por el asfalto y
donde suena el "reggueton" a toda pastilla. Generalmente se
saben las canciones e incluso intentan bailar dentro del coche mientras el semáforo
esta en rojo. Llaman a su pareja por el apelativo de churri y llevan
varios tatuajes en el brazo y la pierna. Comparte con su homónimo de los 80 que
bebe cerveza y se ve los partidos de fútbol hasta de tercera división. El móvil
colgado del cuello o en la cintura, como los profesionales y el mando a
distancia siempre a mano. No usa desodorante ni cepillo de dientes. El cabello
grasiento que parezca que lo lleva mojado todo el día. Y siempre se tocan el
miembro unas cuantas veces durante la conversación. Así que, queridos metrosexuales, pésimas noticias.
Apurad los últimos coletazos de vuestras cremas hidratantes y quemad en una
hoguera colectiva vuestras camisetas ceñidas y los posters de Beckhan. Es el
Apocalipsis de los torsos apolíneos. Llega con fuerza el machote del siglo XXI.
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