jueves, 2 de agosto de 2012

VUELVE EL MACHOTE


El “machote” vuelve a estar de moda. Sí, el macho ibérico resurge de sus cenizas cuando todos le creían una especie en vías de extinción. Y es ahora, en verano, cuando aparece reivindicando altivo ese nuevo concepto de hombre que recoge el relevo de esos “tíos de pelo en pecho” verdaderos iconos sexuales de los 80 y que, aún hoy subsisten en alguna reserva. Empecemos por los últimos. Son fáciles de identificar. Vientre prominente, una querencia por las rubias (léase cerveza), su pasión por el fútbol y/o los toros, pelo en pecho que sobresale orgulloso por el último botón de la camisa (los pelos puntúan mucho, sobre todo los de la espalda y las orejas), lamparón en la pechera, olor a Varon Dandy, el perrito de muelle en el salpicadero del coche, pantalones ajustados, calcetines blancos y gafas oscuras con cristal de espejo. Pero éstos especimenes están en clara decadencia. Sobreviven en un hábitat muy definido, atesorando las películas del héroe fílmico de los 70, Alfredo Landa (inventor del landismo) y reuniéndose con otros compañeros que se resisten en el Alcázar de su integridad ibérica a entrar por el aro de una metrosexualidad que les incita a depilarse el pecho o embadurnarse su rostro sin afeitar de cremas y potingues. 

Vayamos ahora a los actuales “machotes”. Se reconocen por su coche tuneado, con alerones y faldones que casi arrastran por el asfalto y donde suena el "reggueton" a toda pastilla. Generalmente se saben las canciones e incluso intentan bailar dentro del coche mientras el semáforo esta en rojo. Llaman a su pareja por el apelativo de churri y llevan varios tatuajes en el brazo y la pierna. Comparte con su homónimo de los 80 que bebe cerveza y se ve los partidos de fútbol hasta de tercera división. El móvil colgado del cuello o en la cintura, como los profesionales y el mando a distancia siempre a mano. No usa desodorante ni cepillo de dientes. El cabello grasiento que parezca que lo lleva mojado todo el día. Y siempre se tocan el miembro unas cuantas veces durante la conversación. Así que, queridos metrosexuales, pésimas noticias. 

Apurad los últimos coletazos de vuestras cremas hidratantes y quemad en una hoguera colectiva vuestras camisetas ceñidas y los posters de Beckhan. Es el Apocalipsis de los torsos apolíneos. Llega con fuerza el machote del siglo XXI.


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