Es la guerra. La guerra a la grasa, a los dulces, a los chicharrones y a la berza. La moda es estar delgado, a veces extremadamente delgado, para cumplir los cánones que nos impone la televisión, el papel cuché o la cadena de grandes almacenes tal o cual. Están demostradas las ventajas de mantener una dieta sana, equilibrada, mediterránea donde no falte el ejercicio físico y en la que no se abuse de nada. Pero de ahí a pensar que la belleza está en chicos o chicas que no se les ve cuando se ponen de perfil, que te recuerdan a los niños de Biafra y te dan ganas de darle 2 euros para que coman algo sólido, pues ¿Qué quieren que les diga? Va un abismo. En la retina de todos están esas chicas de la pasarela Cibeles, que afortunadamente ya no desfilan pero que nos asombraban por estar casi esqueléticas.
A esas las invitaba a un potaje de garbanzos, de esos que hace mi tía Charo, con su pringá, mucho tocino, morcilla y choricito, su pan de la Venta Las Cuevas y vamos que nos vamos que esto no será ná. Todo ello aderezado con un par de jarras de mosto de Trebujena, unas olivitas y un platito de rábanos de los que pican y de postre un buen trozo de tarta de chocolate con galletas María de las grandes impregnadas en crema. Después una buena siesta, de dos horas, con pijama, móvil apagado y salivilla cayendo por la comisura de los labios… y, les aseguro que una semana, no las reconocerían ni la madre que las... trajo al mundo. En el otro extremo están los obesos, los gordos. Esos que no pueden parar de comer o bien que el metabolismo les ha jugado una mala pasada y, además, creen que ya no hay vuelta atrás. Comen a todas horas, sin medida, para después sentirse culpables del crimen cometido y hacer un examen de conciencia para un futuro, al final, nunca se cumple. Son esos que siempre se engañan a sí mismos diciendo que, para primeros de año -esta vez sí- empiezo la dieta y voy al gimnasio y adelgazo... Está claro que tampoco es ese el camino ya que la salud después se resiente. Ahora que se acerca la Navidad, que la tentación nos acecha en cada mesa, y que las fiestas vienen cargadas de polvorones, pestiños, mantecados y roscos de vino, les sugiero moderación alternando los excesos con los rigores de nuestra dieta mediterránea.
Y si quieren ir con la familia este domingo a una venta a tomar una buena berza, unos chicharrones o un ajo caliente... ¡Adelante!. No se priven, que la vida son cuatro días y uno lo pasamos durmiendo. Eso sí, al día siguiente para almorzar se meten entre pecho y espalda una ensalada con todos sus avíos, dos vasos de agua, un par de mandarinas de postre y después una buena caminata por la Ronda del Colesterol hasta que suden la grasa de los chicharrones y la berza… Yo, por mi parte, mañana me voy a una viña con mis colegas a tomar mosto. Y el lunes, al gimnasio. Ya saben… una de cal y otra…
Esteban, buena comida, buen vino y buena compañía ¡para todo el mundo! es lo que queremos los gitanitos. Apetitoso.
ResponderEliminar