UN CUENTO QUE NOS SUENA DEMASIADO
(Artículo publicado en Viva Jerez el 22/4/10)
Erase una vez un pequeño pueblo de un pequeño país de quién sabe dónde. Sus vecinos vivían felices. Un día, el cartero del pueblo protestó por que su bolsa era pequeña para aguantar el peso de las cartas. Los vecinos se quejaron, ya que los envíos se recibían tarde. El alcalde le compró una bolsa más grande. Poco después, el cartero volvió a protestar por los kilómetros que andaba repartiendo cartas con una bolsa que pesaba demasiado. Los vecinos le dieron la razón y el Ayuntamiento le compró una moto con sidecar para que pudiera ir más rápido y no tuviera que soportar la carga sobre sus hombros.
Pasó el tiempo y nuevamente el cartero se quejó por que trabajaba muchas horas por poco dinero. El alcalde le recordó que aquel era un pequeño pueblo, con pocos recursos, por lo que el aumento debía esperar. El cartero no se lo pensó y desde ese día no repartió más cartas hasta que no aceptaran su demanda. El pueblo se rebeló porque no les llegaba el correo y se manifestó frente al Ayuntamiento. Finalmente, el alcalde cedió. Y llegó el invierno y con él las nieves. El pueblo quedó incomunicado y el único contacto con el exterior eran las noticias que el cartero traía cada día sorteando toda clase de dificultades. Por la tarde, los vecinos lo esperaban en la plaza. Pero el primer día de nevada no llegó. Ni siquiera había salido de casa aduciendo que su abrigo no era lo suficientemente grueso como para soportar el frío del camino. Los vecinos increparon al alcalde y éste le compró otro abrigo. Pero el cartero pidió además unas botas, gorro y pantalones mejores. El Ayuntamiento, esta vez dijo no. Era un pueblo pequeño y ya se había endeudado con la bolsa, la motocicleta, el abrigo, y el aumento de sueldo. Y pidió al cartero que, durante el invierno, abandonara su protesta y que después hablarían. El cartero se negó y se quedó en casa. Pero esta vez los vecinos no protestaron frente al Ayuntamiento. Más bien negaron el saludo al cartero. Pasó el invierno y el cartero anunció nuevas protestas, pero el pueblo ya no estaba de su lado. Le increpaban en la calle con la mirada. Se quedó solo. Nadie le hizo caso. Nadie le apoyaba. Incluso se pensó en contratar a otro cartero. Igual tenía razón en lo que pedía, o igual no, pero lo realmente cierto es que las formas no fueron las correctas.
Dos moralejas: 1.- El error del cartero fue perjudicar a sus vecinos en un momento muy especial para ellos. 2.- Las amenazas y las presiones desaforadas pueden volverse en contra porque deslegitiman a quienes la formulan. Apliquen este cuento a Jerez, ahora que llega la Feria y el Mundial de Motos. ¿A qué colectivo les suena?. ¡¡Bien, acertaron!!. Pues que se apliquen el cuento.
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