miércoles, 14 de abril de 2010

ESAS SUFRIDAS MUJERES...

(Artículo publicado en Viva Jerez el 15/4/10)

Es un domingo cualquiera de verano. Nueve de la mañana. La sufrida esposa se ha levantado dos horas antes para preparar la tortilla, los pimientos asados, la ensaladilla, los filetes empanados y las papas aliñás. Su marido aún duerme. Mientras se fríen las patatas, María ha puesto la lavadora, planchado las camisetas de los niños, tirado a la basura el cenicero repleto de colillas de la noche anterior, recogido los calcetines sucios que Manolo dejó a los pies de la cama todo ello mirando de reojo el reloj del pasillo.

Son las once y un bostezo matutino, que siempre le recuerda al león de la Metro, le anuncia que su costillita acaba de despertar. ¡Que nos vamos a la playa, María!. ¿Aún estás así?. ¡Ponme el desayuno, mientras que me ducho y me afeito!.¡Oye, por cierto!, ¿No huele a quemado?. ¡Dios, que se me queman las patatas!. María sale corriendo a lo justo de evitar las llamas en la sartén. Pela más patatas, prepara otra sartén y vuelta a empezar. Manolo ya se ha duchado y entra en la cocina. ¿Aún no has preparado el desayuno?. ¡María, encima que te llevo a la playa!. La sufrida esposa lo mira preguntándose en qué lugar del camino se quedó ese h ombre que le regalaba flores, le piropeaba por teléfono y le traía el desayuno a la cama. Está a punto de responderle cuando aparecen por el pasillo los dos diablillos, que ya apuntan las maneras de su padre. ¡Mama, el desayuno! ¿Aún estás así?. ¿Has visto mi bañador azul?. ¡No me gustan los filetes empanados, prepárame una hamburguesa!. Son las doce y los niños ya están en el coche. El papá mira impaciente el reloj. ¡María, que nos va a pillar la cola y después no queda sitio en la playa para la sombrilla!. Ella, aún en casa, termina de tender la ropa, recoge la mesa con el desayuno, pone la comida al gato y apaga las luces...

Son las dos de la tarde. No cabe un alfiler en la playa. ¡Mamá, ponme crema en la espalda!, ¡María, tráeme el Marca que me lo he dejado en el coche!. Ella mira al cielo imaginando la vuelta.. En que debe bañar a los niños, en la arena en el pasillo, la ropa sucia. Un pensamiento que se rompe cuando la oronda figura de su marido sale del agua y, dirigiéndose a ella le dice: ¡María, dame un tinto!. ¿Tinto? ¡Yo no lo he cogido, no me has dicho nada!. ¡Por Dios! ¿Se te ha olvidado? ¿En qué estás pensando?. ¿No estarás a punto de que te baje la regla?. María lo mira con ojos cansados, mientras una tímida lágrima asoma por su rostro.

(Pd: A quienes corresponda: Describir una realidad, que afortunadamente está cambiando, no es sinónimo de comulgar con ella. Relatarla y exagerarla en tono jocoso no implica justificarla. Por el contrario, sacar punta a todo puede esconder cierta intransigencia).

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