(Artículo publicado en Viva Jerez el 18/3/2010).
Les deseo hoy hacer partícipes de la experiencia tan grata que me aporta la cercanía de un grupo de amigos que periódicamente nos reunimos bajo el paraguas de “Los Titos”. Surgió hace unos tres años. Amigos de hace años, amigos de otros amigos, amigos nuevos y otros de sobra conocidos… Una panda heterogénea de compañeros que compartimos experiencias y sonrisas regadas, eso sí, de buen vino y mejores viandas. Escuchando atentamente los chistes y las bromas de Tito Pedro, compartiendo la serenidad reflexiva de Tito Sergio, la juventud sobradamente preparada de Tito Emilio, sonriendo con las ocurrencias del irregular de Tito Manolo, aunándonos a la quietud siempre equilibrada de Tito Antonio, aprendiendo con las lecciones magistrales de Tito Juan y con la asentada voz de la experiencia de Tito Gregorio, o gozando del sempiterno optimismo de Tito Paco. (Alguien debería definir mi aportación al grupo... No soy yo el más indicado). A éstos se le suman algunos otros Titos que se agregan cuando pueden o cuando “los dejan”.
Actualizamos nuestras vidas en poco más de dos horas, tras las cuales nos sumergimos en el café, los chupitos y los tragos largos. El lugar elegido para la ocasión, o la excusa para quedar, es lo de menos. Lo importante es que en el grupo de “Los Titos” no existen fisuras ni dobleces. Es una empatía sin ambages. Nos aceptamos y respetamos tal cual somos. Nadie es más que nadie. Yo, que huyo de la ironía hiriente y del sarcasmo despectivo, me despojo de mi yelmo y mi armadura cada vez que organizamos una “quedada”, con la seguridad de que no me harán falta. El malogrado Tito Juan Andrés, el hombre “en el buen sentido de la palabra bueno”, nos aportó el nombre al grupo, pero también la calidez en torno a la cual nos seguimos reuniendo. Él se marchó para siempre el Domingo de Resurrección del pasado año pero su huella permanece indeleble en nuestro recuerdo. Desde que nos dejó, cada vez que nos reunimos, el primer brindis es para él.
El próximo encuentro, después de Semana Santa, será más emotivo. Tito Paco pedirá a Tito Pedro que lo imite una vez más. Tito Sergio y Tito Esteban recordaremos sus viejas anécdotas y Tito Emilio, Tito Gregorio y Tito Antonio sonreirán complacidos con un purito entre los dedos. Y bridaremos una y otra vez amparándonos en el Carpe Diem, en la fugacidad de la vida, en que nos quiten “lo bailao”, en la importancia del ahora y en la imprecisión del futuro. Y es que, por algo somos algo más que hermanos… somos Titos.
(“La amistad comienza donde termina o concluye el interés”. Cicerón)
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