Ahí estaba. Al final de la caja de cartón. Rodeado de
decenas de recuerdos de mi infancia y juventud. Entre el carnet del Cine Club
Popular de Jerez y el álbum de cromos del Mundial 82. Una cinta cassette de
color gris oscuro con una pegatina blanca que decía: “escuchar cuando cumpla los 40”. Sonreí. Me esforcé en recordar
cuándo grabé esa cinta que, según especificaba, debería haber oído hacía un decenio. A
la mente me vino la imagen de un joven de 17 años, inquieto, vital, con muchas
esperanzas, que quería comerse el mundo y al que faltaban unos meses para irse
a la mili. Un joven que tuvo la extraña ocurrencia de grabarse un mensaje para
escucharlo años después. No recordaba bien el contenido, no en vano habían
pasado más de 30 años, pero me picaba la curiosidad. Así que saqué la cinta y
me dispuse a reproducirla.
Pero había un problema. ¿Dónde oírla? En el coche
sólo tenía el CD y en casa ya no quedaba nada donde reproducir una cinta
cassette. Recordé que guardaba en algún cajón una de las grabadoras que
utilizaba para hacer las entrevistas en la radio en la década de los 90. La
encontré, le puse las pilas, me enfundé los cascos y busqué un lugar tranquilo
para oírme ¡con treinta y tantos años menos! Les confieso que me tembló el dedo
al darle al Play. El fin me oí. Era yo. Suspiré. “Hola, soy Esteban, tú mismo, pero ahora tengo 17 años. Cuando escuches
esto habrás cumplido los 40 y, sinceramente, no imagino ahora cómo puedo ser
cuando tenga esa edad. ¿Cómo te va? ¡Uf, le estoy hablando a una persona mayor,
a un cuarentón. Seguro que ya tienes hijos y que tienes un trabajo y una casa
propia ¿En qué trabajas? Oírme debe ser para ti una sensación extraña, ¿verdad?
Probablemente parecida a la que hoy tengo yo, en 1981, hablándole a alguien que
no existe aún. Mi vida ahora es…..”
Y no sigo porque lo que viene es "algo
personal". Incluso, en la grabación, se oía de fondo a mi madre llamándome para
la merienda. Me dio un vuelco el corazón al oírla. Murió siete años después. Les
parecerá una tontería pero escuchar al Esteban de 17 años me sirvió mucho.
Probablemente porque “me reencontré conmigo mismo”. Recordé cosas que había
olvidado, experimenté sensaciones que hacía años había aparcado. Añoraba a aquel muchacho que se abría al mundo por primera vez.
Hubiera querido decirle tantas cosas, darle tantos consejos… Pero no era un
diálogo, sino el monólogo de un chico que ya no existía. Porque sin casi darse
cuenta los años lo habían transformado en la persona que cada mañana se mira ahora
en el espejo. En los últimos días he escuchado varias veces los 30 minutos de
la grabación. Y siempre encuentro matices, detalles que habían pasado
desapercibidos. Lo guardo como oro en paño. Porque, como diría Serrat "entre
ese tipo y yo… hay algo personal".
No hay comentarios:
Publicar un comentario