(Artículo publicado en Viva Jerez el 10/7/2014)
Los que me conocen realmente saben de mi carácter hedonista.
Y es precisamente ahora, que el verano comienza a instalarse, cuando ese perfil
mío se fortalece. Probablemente porque el tiempo invita a disfrutar de los
placeres mundanos y a vivir intensamente esos instantes de placidez. Muchos me
han oído hablar sobre la necesidad de vivir intensamente los momentos felices
ya que vivo en la convicción de que la felicidad plena no existe.
Considero que
vivimos en la búsqueda permanente de una falacia que nunca llega. Una meta que
nunca hemos de cruzar porque siempre habrá obstáculos que nos harán recordar
que tenemos los pies de barro. Levantamos castillos en el aire que,
irremediablemente, están condenados a esfumarse por mor de avatares que no
controlamos. Perseguimos obsesivamente la fama, el dinero o el amor creyendo
que al conseguirlo tendremos una vida plena de felicidad. Pero en realidad todo
es, simplemente, un autoengaño. “Seré feliz cuando acabe los estudios, cuando
comience a trabajar, cuando me case, cuando me den la casa, cuando tenga un
hijo, cuando me jubile, cuando, cuando, cuando…”. La propia vida se encargará irremediablemente
de desmontarnos día a día ese efímero castillo de sueños.
Reconozco una cierta
pesadumbre en el comienzo de este artículo, quizá motivado por mi experiencia
como gran constructor de castillos que el paso del tiempo, las circunstancias u
otras personas se han encargado de derribar una y otra vez. Es por ello que me declaro proclive a los placeres más
inmediatos, al hedonismo más cercano. Ser hedonista es aplicar al máximo el
“Carpe Diem” de la Roma clásica: “Vive cada momento de tu vida, como si fuese
el último de tu existencia”. El hedonismo es una teoría moral que sitúa al
placer (hedoné) en bien último o supremo de la vida humana. De esta forma, suelo
disfrutar de placeres como el tomar una copa de amontillado en compañía de
buenos amigos en la Tasca San Pablo, en el Bar Corredera o en El Soleo; con un
largo paseo, sin prisas, al atardecer, desde Fuentebravía a Las Redes; comiendo
palomitas mientras veo una buena película bien en casa o bien en el cine;
jugando al fútbol o al escondite con mi hijo en el patio de casa; disfrutando de
un buen concierto en directo; o simplemente exprimiendo un íntimo instante de
reflexión al abrigo de una noche de verano cualquiera. Es más simple de lo que
creen, pero a la vez complejo de asimilar. Esos instantes están tan cerca que,
a veces, no los observamos. En ocasiones busco, preveo esos momentos felices. En
otras aparecen inesperadamente y, entonces, intento no dejarlos escapar. Los
exprimo, los dilato para saborearlos al máximo, consciente de que igual otro
día llegarán momentos parecidos pero nunca, nunca serán iguales. Porque el
“cuando”, es “hoy”.
Enhorabuena por este imprescindible "artículo de vida".
ResponderEliminarEl estilo de vida hedonista inteligente, donde el placer sano se incluye como un aspecto vital de lo cotidiano, crea inmunidad psicológica. Las defensas se incrementan, las endorfinas se activan, la piel mejora, el pelo brilla más, la gastritis molesta menos, el humor se convierte en "buen humor", el sexo se exacerba más y la mirada se hace más vasta y profunda.
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