(Artículo publicado en Viva Jerez el 4/10/2012)
Recuerdo
que fue hace años. Alguien me había hablado de las excelencias de ese lugar y
allí que me dirigí a comprobarlas. Me acompañaba mi amigo Juan Andrés.
Carretera del Calvario, kilómetro 3,5… aquí es, gira ahora a la derecha. La
bodega estaba situada en una pequeña loma, a escasos 80 metros de la entrada. A
medida que subíamos pudimos observar las miles de cepas que rodeaban la finca.
Era finales de junio y las verdes vides nos regalaban la visión de un fruto
que, a esa hora del mediodía, brillaba dorado contrastando con la pálida
albariza. Allí nos recibió Pepe Martín. Bienvenidos, estáis en vuestra casa. Un
amontillado viejísimo, sacado directamente de la bota y servido en catavinos
jerezanos, nos acompañó en un breve pero aprovechado paseo por la bodega y por las
viñas, desde las que se veía una ciudad que a esa hora lucía intensa. La tarde
llegó casi sin darnos cuenta, entre una agradable charla a la sombra de un
cañizo, la chacina y el queso viejo que habíamos traído previendo el momento y,
sobre todo, con el intenso sabor de un amontillado que nunca faltaba en la
mesa. Desde ese momento, mi amistad con Pepe Martín me llevó a visitarlo en más
de una ocasión, compartiendo saludos y abrazos con el fino, arreglando el mundo
con el amontillado, contándonos confidencias con el oloroso y riéndonos de los
problemas con el Pedro Ximénez.
Después de algunos años sin verlo, a finales de
este pasado año me llamó para invitarme a la inauguración de su Mesón
Restaurante. Era su sueño hecho realidad. Combinar sus más cuidados vinos con
la gastronomía más jerezana. Entre viñas y bodega. Esteban, me dijo, el negocio
del vino ya no es lo que era. Fíjate en los alrededores. Nos hemos quedado
solos. Se han arrancado miles de viñas, han subvencionado la ruina del sector.
Los márgenes se han estrechado y la meteorología nos ha dado la espalda en
estos últimos años, afirmó mi amigo con un tono de tristeza en sus palabras.
Por eso, he decidido abrir este negocio, para que el público conozca una viña
jerezana de las que ya pocas van quedando, una bodega de vinos añejos y un
vinagre excepcional, y un Mesón donde degustar la rica gastronomía de la
tierra.
Cuando pasé al interior del Mesón me sorprendió su amplitud y, sobre
todo, la elegante decoración en la que se notaba la mano, el especial mimo que
Pepe siempre puso a todo lo que hizo. La noche transcurrió entre amigos, copas
y el inconfundible toque gastronómico de un cocinero al que la fama le
precedía. Me refiero a Julio Carabot, un ubriqueño que ama su trabajo y que entre
fogones crea especialidades únicas, platos exquisitos en los que combina
tradición con innovación. Tras un par de meses en los que se ha renovado para
mejor, mañana viernes, 5 de octubre, reabre sus puertas el Mesón Bodegón Viña
La Constancia. Allí estaré, para apoyar a mis amigos Pepe y Julio, y para dar
un paseo por la bodega y por las viñas. Un respiro de jerezanía a un minuto de
Ikea. Allí les espero uno de estos días.
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