(Artículo publicado en Viva Jerez el 14.6.2012)
La O,
la R, la M, la W y la P. ¿Me puede usted leer ahora la línea de letras de la
fila inferior?.¿Eh?, estooo, a ver… ¡Sí!, creo que es… la N o la… la… H, o bien
es la K, y después… viene, viene la… U ¿o es la V?... ¡Dios! ni entornando los ojos como un chino
con diarrea podía alcanzar a ver con claridad las letras que me señalaba el
óptico. ¡Es normal!, me dijo acercándose. Con “su edad” es normal que a usted
le cueste ya leer o que le duela la cabeza si pasa horas delante del ordenador.
A ver, póngase esto. Y va el tío y me pone sobre la nariz un pesado aparato de
medición, con lentes intercambiables como culos de botella. ¿Ve ahora mejor las
letras?. Pensé en mentirle para preservar mi honra visual, pero bajando la
cabeza y la voz y a regañadientes respondí: Si. ¿Cómo, qué dice?. ¡Que sí, que
veo mejor!. Pues bien, resulta que usted tiene algunas dioptrías, pocas, pero
“a su edad” las suficientes como para que usted necesite … ¡¡GAFAS!!.
¿Yo?.
¿Gafas yo?. Le miré mal, arqueando las cejas y negando insistentemente con la
cabeza. Pero si yo siempre he tenido una vista de lince y jamás de los jamases
necesité gafas… ni siquiera para el sol. Si yo únicamente he venido a la óptica
para dejar de escuchar a mi mujer que me insistía en que ese dolor de cabeza
podía ser de la vista. No me lo podía creer. Yo, con gafas para cerca. Además,
¿A qué venía eso de llamarme constantemente de “usted” y hacer referencia a “mi
edad”?. Pero si estoy en la flor de la vida. Estoy hecho un chaval, todos lo
dicen… ¿Ha mirado usted bien los resultados del chequeo?. A ver si se ha
confundido con algún otro cliente… ¿Por cierto, no hay lentillas para lo mío?. El
óptico sonrió y abriendo un armario sacó un par de monturas. Oiga, ¿no tiene
unas que no se noten demasiado?. Sí, que no parezca que las llevo, usted me
entiende… A ver, pruébese estos dos modelos. Me puse la primera montura. A ver,
a ver… ¡Le quedan genial, son perfectas para usted!. Miré la etiqueta con el
precio y le dije: ¿perfectas para mí, o para usted?. ¡Qué pasada de precio!.
En
fin, qué le vamos a hacer. Éstas mismas. Me las quedo. Y aquí estoy, frente al
ordenador, escribiendo este artículo, con un artefacto llamado gafas apoyado
sobre mi nariz que raudamente guardo cuando vienen las visitas. En el trabajo,
las llevo en resignado silencio, porque siempre hay algún gracioso que me
recuerda que es normal llevarlas por aquello de “mi edad”. Afortunadamente, de
vez en cuando, alguna compañera de curro me alegra el oído, diciéndome que
estoy mejor con las gafas, añadiendo a continuación eso de que “con ellas pareces
un madurito interesante”. Mira por donde, pienso yo. Lo mismo que le dicen a
George Clooney y Richard Gere. Y es que quien no se consuela es porque no
quiere. Digo yo.
Amigo Esteban:
ResponderEliminarPor lo que cuentas creo que sufre usted un profundo síndrome de “vanitas vanitatum omnia vanitas”... ^_^
Todos.. “y yo creo que mas”, somos vanidosos.... pero mucho ojo!! amigo Esteban, que esta predisposición tiene mas peligro que “un tiroteo en un ascensor”.
El antídoto contra el síndrome de LA VANIDAD..... solo puede ser uno... TENER SENTIDO DEL HUMOR!!... y se lo digo yo que nunca he tenido inconveniente en admitir mis errores.... por supuesto, si tuviera alguno!! ^_^
Así pues póngase las gafas hombre... que buen dinerito la habrán costado.
Un cordial saludo. Luis Cano: