“Por la compra de tres cajas de
comida para gatos, una gratis y además una bolsa de viaje de regalo ”. Una
buena oferta, pensé. Tendría comida para mis mininos para los próximos tres
meses y, además, me regalaban una bolsa que, por lo que veía en la foto, tenía
muy buena pinta. Al carro con ellas. Seguí la compra y me dispuse a pagar en
caja. Era sábado, y el Hiper estaba hasta los topes. Observé una caja con sólo
tres personas y corrí presto hacia ella. A esperar tocan, me dije armándome de
paciencia. La ley de Murphy hizo el resto, ya saben… el producto al que se le
ha caído el código de barras y espere usted a que venga la chica de los
patines… que si no se puede leer bien la banda magnética de la tarjeta de
crédito y a ver si poniéndole una bolsa podemos arreglarlo… que este paquete de
guisantes está abierto y espere que vaya por otro… En fin, lo normal. Tras
quince minutos de espera, me llegó el turno. La cajera me fue pasando todos los
artículos y me indicó el importe.
Un flash de duda me pasó por la cabeza y mi
vista se dirigió directamente al precio de la comida para los gatos en el
ticket. Efectivamente me había cobrado las tres cajas y de la bolsa de viaje,
nada de nada. Señorita, la oferta decía que una de las cajitas era de regalo.
Lo siento, no tengo constancia. Oiga, que hay un cartel… Un segundo que llamo a
mi compañera. Oiga que tengo croquetas congeladas en el carro, y a ver si… Diez
minutos hasta que la chica de los patines llegó a la caja, fue a la sección de
comida para gatos, volvió y verificó que yo estaba en lo cierto. Después, otra
llamada de confirmación a la caja central, rectificación del ticket, y excusas
varias por el error. ¿Todo bien, señor?. Bueno, me falta la bolsa de viaje… Lo
siento, no tengo constancia. ¡Otra vez no…!. Señorita, que el cartel lo indica
claramente. Pues reclámelo en caja central con el ticket. Me dirijo a ella y
saco número: el 145… y va aún por el 110. Y las croquetas en el fondo del
carro, descongelándose. Todo sea por la bolsa de viaje. Quince minutos más tarde
me atiende una sonriente señorita. ¿Qué desea?. Le explico lo de la oferta y la
bolsa de viaje de regalo. No tenemos constancia. Un segundo que pregunto a mis
jefes.
Otros quince minutos de espera. Que si es una oferta reciente y aún no
nos la han comunicado, que si no sabemos si hay bolsas de regalo… Espere a que
la chica de los patines compruebe la oferta en la sección de comida para gatos…
Al final, todo aclarado. Apareció la dichosa bolsa y me la entregaron. Cuando
la vi no me lo podía creer. Era minúscula, de plástico del malo. En un chino,
no pagaría más de un euro por ella. Y allí estaba yo. Camino del coche, con la
ridícula bolsa de viaje en la mano y observando en el carro el efecto del agua
descongelada de las croquetas en dos de las tres bolsas de comida para los
mininos. Suspiré hondo.
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