Desconozco si los mayas conocían el giro que Angela Merkel
le pretendía dar a Europa o si percibieron que la burbuja inmobiliaria acabaría
desinflándose, pero lo cierto es que el
fin del mundo que predijeron hace siglos para diciembre de este año cada vez
tiene más visos de hacerse realidad. Pero no ese fin del mundo con grandes
bolas de fuego impactando en el centro de las grandes ciudades que nos venden
en las películas de Hollywood, ni el tsunami
que barrerá la vida de la faz de la tierra, ni siquiera esos rayos solares que
harán de este planeta una gran parrillada. El cataclismo ya ha comenzado. Tiene
su referente en la crisis económica que azota a media humanidad y que se ceba
especialmente en este país que lleva cuatro años rozando el fondo sin, al
parecer, haberlo aún encontrado.
Este país de Urdangarines que se compran
palacios y viven a todo tren por haberse casado con la hija del que manda; de Nuevas
Rumasas repitiendo el timo de la estampita y llevándose calentitos los ahorros
de los incautos a paraísos fiscales; de Gurteles, Correas, trajes, Bigotes y
“amiguitos del alma” que campean a sus anchas; de EREs fraudulentos de esos que
jugaron durante años con cartas marcadas impregnadas en el sudor de los
trabajadores ; de duras cargas policiales a “enemigos” de dieciséis años que cometieron
el pecado de pedir calefacción para sus aulas; de colosales aeropuertos en
medio de la nada sin aviones ni pasajeros en el horizonte; de reformas
laborales impuestas por “nuestros amigos” los teutones que nos retrotraen a siglos
atrás de lucha obrera; de sindicatos subsidiados durante años por el poder sin
fuerza moral para alzar la voz; de Ayuntamientos atestados de hermanos, primos,
amigos, cuñados y estómagos agradecidos al mandatario de turno; de Comunidades
Autónomas que nos ahogan y asfixian haciendo malo el haz lo que debas aunque
debas lo que hagas…
Estas y otras cosas nos han abocado al fin de nuestro
mundo. Los mayas lo sabían y así lo predijeron. No, amigos, no. El fin no será “del
mundo”, si no de “nuestro mundo”. Ese que nos espoleaba a solicitar créditos a
mansalva sin los avales necesarios. Ese que nos incitaba a la compra de una
segunda vivienda o de un segundo coche y ya lo pagaré en el futuro. Ese que se
creía el aforismo de que yo en este trabajo me jubilo y de aquí no me echa ni
Dios. Ese, amigos, es el mundo que va a desaparecer, si no lo está haciendo ya.
Y todos hemos tenido la culpa de lo que está ocurriendo. Porque verdaderamente
nos creímos el cuento de que vivíamos en el primer mundo. De que éramos nuevos
ricos. Y así hipotecamos nuestras vidas bajo la gran mentira del consumismo
feroz. Ahora los mayas nos recuerdan que nuestro mundo era un castillo en el
aire construido de naipes. Así se escribe el fin del mundo, de nuestro mundo. Y
cuanto antes lo comprendamos, mejor. ¡Sálvese quien pueda!
Muy bien escrito Esteban, me parece que has acertado con todas tus palabras.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues debe ser eso, hace días que caminar por las calles de Jerez, porvoca cierta desazón: manifestaciones por todas partes, calles cortadas, da la sensación de una ciudad o mejor de un país en estado de sitio, se palpa el miedo...parece la antesala de una guerra civil.
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