(Artículo publicado en Viva Jerez el 30/12/2010)
“Por la compra de tres cajas de comida para gatos, una gratis y además una bolsa de viaje de regalo ”. Una buena oferta, pensé. Tendría comida para mis mininos para los próximos tres meses y, además, me regalaban una bolsa que, por lo que v eía en la foto, tenía muy buena pinta. Al carro con ellas. Seguí la compra y me dispuse a pagar en caja. Era domingo, vísperas de fin de año y el Hiper estaba hasta los topes. Observé una caja con sólo tres personas y corrí presto hacia ella. A esperar tocan, me dije armándome de paciencia. La ley de Murphy hizo el resto, ya saben… el producto al que se le ha caído el código de barras y espere usted a que venga la chica de los patines… que si no se puede leer bien la banda magnética de la tarjeta de crédito y a ver si poniéndole una bolsa podemos arreglarlo… que este paquete de guisantes está abierto y espere que vaya por otro… En fin, lo normal.
Tras quince minutos de espera, me llegó el turno. La cajera me fue pasando todos los artículos y me indicó el importe. Un flash de duda me pasó por la cabeza y mi vista se dirigió directamente al precio de la comida para los gatos en el ticket. Efectivamente me había cobrado las tres cajas y de la bolsa de viaje, nada de nada. Señorita, la oferta decía que una de las cajitas era de regalo. Lo siento, no tengo constancia. Oiga, que hay un cartel… Un segundo que llamo a mi compañera. Oiga que tengo croquetas congeladas en el carro, y a ver si… Diez minutos hasta que la chica de los patines llegó a la caja, fue a la sección de comida para gatos, volvió y verificó que yo estaba en lo cierto. Después, otra llamada de confirmación a la caja central, rectificación del ticket, y excusas varias por el error. ¿Todo bien, señor?. Bueno, me falta la bolsa de viaje… Lo siento, no tengo constancia. ¡Otra vez no…!. Señorita, que el cartel lo indica claramente. Pues reclámelo en caja central con el ticket. Me dirijo a ella y saco número: el 145… y va aún por el 110. Y las croquetas en el fondo del carro, descongelándose. Todo sea por la bolsa de viaje. Quince minutos más tarde me atiende una sonriente señorita. ¿Qué desea?. Le explico lo de la oferta y la bolsa de viaje de regalo. No tenemos constancia. Un segundo que pregunto a mis jefes. Otros quince minutos de espera. Que si es una oferta reciente y aún no nos la han comunicado, que si no sabemos si hay bolsas de regalo… Espere a que la chica de los patines compruebe la oferta en la sección de comida para gatos…
Al final, todo aclarado. Apareció la dichosa bolsa y me la entregaron. Cuando la vi no me lo podía creer. Era minúscula, de plástico del malo. En un chino, no pagaría más de un euro por ella. Y allí estaba yo. Con la ridícula bolsa de viaje en la mano y observando en el carro el efecto del agua descongelada de las croquetas en dos de las tres bolsas de comida para los mininos. Suspiré hondo e intenté tranquilizarme apelando al espíritu de la Navidad.
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