Creo que si hubiera un manual de hacer rematadamente mal las cosas, éste se habría convertido en libro de cabecera y de consulta constante para esa panda de ineptos que han precipitado al sector vitivinícola de Jerez al vacío más profundo y oscuro. Atiendan a esta noticia publicada este martes en la prensa: “Muchos viticultores del marco de Jerez dejarán la uva en el campo este año porque no les compensa el precio del cultivo que es ya el más barato de Europa, por debajo incluso del de La Mancha. Un dato: en el año 2002 el precio del kilo de uva era de 63 pesetas. La actual campaña se paga en el mejor de los casos a 20 o 25 pesetas”. Me pregunto cómo hemos llegado a este punto. Quién o quiénes han sido los responsables de esta situación. Qué hemos hecho mal para que el vino de Jerez pase por sus peores momentos. Es probable que todos, he dicho bien, todos debamos entonar el mea culpa por lo que nos está pasando. Aún recuerdo la crisis vitivinícola de finales de los 80 y principios de los 90. Con la perspectiva del tiempo, puedo llegar a comprender la necesidad, entonces, de una reconversión industrial que propiciara una mayor competitividad aún a costa de la salida de cientos de trabajadores de las bodegas y de otras empresas del sector.
Pero ¿De qué sirvió?. Desde entonces, vamos cuesta abajo y sin frenos. Y lo peor es que aún no hemos tocado fondo. Jamás entenderé –que alguien me lo explique- las razones del arranque de viñas. Miles de hectáreas de viñedos centenarios arrancados de cuajo durante los últimos dos decenios en virtud a no sé qué programa comunitario. ¿Nadie explicó a los gerifaltes de Bruselas la importancia económica, cultural y social de este cultivo en la zona?. Pues bien, todos hemos asistido con pasividad al arranque de nuestro patrimonio más valioso sin apenas decir esta boca es mía. Eso sí, poniendo la mano para recoger las treinta monedas que nos lanzaban al suelo envueltas en papel de subvenciones. El vino de Jerez, desde entonces, ha perdido peso. Se han cerrado bodegas, fábricas de tapones, de cartonajes, de etiquetas… de botellas. Esto, unido a una pésima política comercial, a una casi nula inversión publicitaria y a la entrada de multinacionales sin escrúpulos, propició una caída en picado que parece no tener fin. Otras denominaciones nos han adelantado por la derecha y han situado sus caldos en las mesas de los mercados más importantes, mientras que en Jerez desde hace años asistimos sin sangre en las venas a este atraco a mano armada perpetrado a miles de kilómetros por mandamases encorbatados que desconocen el proceso de elaboración y crianza del mejor vino del mundo. ¡Ya está bien!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario