(Artículo publicado en Viva Jerez el 25/2/2010)
A ver si nos aclaramos de una “puta” vez en esto de la prostitución. Alguien me debería explicar el doble rasero, la doble moral de una sociedad que, como los monos sabios chinos que se tapaban los ojos, oídos y boca, parece querer obviar, ocultar y en algunos casos amparar el mal llamado “oficio más antiguo del mundo”. Todos sabemos de la existencia de los prostíbulos, puticlubs, burdeles o bares de alterne. Están por todas partes; en el centro de las ciudades, a las afueras, en los márgenes de la carretera. Tienen sugerentes nombres anunciados en grandes letras de neón, como Paradise, Gold Relax o Kiss Club. Se sabe qué ocurre en su interior y cómo la mayoría son inmigrantes que alguna soñaron gozar de una vida mejor en este país y que fueron engañadas por proxenetas sin escrúpulos. Se sabe de la sordidez que rodea este submundo en el que la mayoría no está por vocación si no por pura necesidad. La prostitución siempre ha existido y siempre existirá.
Debe recordarse que no es ilegal en España, ya que existe el derecho de libertad sexual, por lo que no se puede detener a ninguna prostituta. Pero aunque no está penado tampoco está considerado un trabajo legal, por lo que no tienen derecho a darse de alta en la Seguridad Social ni a trabajar como autónomas. Lo que no deja de ser un contrasentido de moralidad hipócrita. Los puticlubs son legalmente bares donde los clientes toman copas y alquilan una habitación, cobrando las prostitutas por ese alquiler y por las consumiciones. Lo que hagan con su cuerpo es cosa suya. No existe, por tanto, ilegalidad salvo que se les obligue a prostituirse. Esto viene a colación de lo ocurrido en Jerez por el asunto de la familia Galán y por la repercusión mediática de la noticia. No deseo opinar sobre este asunto en concreto pero sí de lo que ha suscitado. Rasgarse a estas alturas las vestiduras morales ante una situación que se anuncia a las claras en la mayoría de periódicos de nuestro país; alzar la voz del fariseísmo más recalcitrante para denunciar lo que está ocurriendo desde siglos a la vista de todos, es hipócrita. Está visto que mientras haya clientes habrá prostitutas.
Nos guste o no. Por ello ¿Porqué no “normalizar” una situación que sobrevive bajo un vacío legal?. ¿Porqué no se busca un consenso político y judicial en este asunto?. ¿Porqué no nos quitamos de una vez las manos de los oídos, ojos y boca para aceptar esta realidad?. De este modo se acabaría, entre otras cosas, con las mafias de trata de blancas y con la situación de ilegalidad que padecen muchas de las inmigrantes. Además, cotizarían a una Seguridad Social cuyas arcas están cada vez más mermadas…