Fue este pasado viernes. Llevaba toda la semana preparando el acueducto (dícese popularmente del puente festivo que se une en el calendario con el fin de semana). Desde el martes dando vivas a la Inmaculada y la Constitución y a esa fórmula que en Andalucía (en otras comunidades no es así) permite pasar el festivo que cae en domingo al lunes. Había hasta preparado una agenda propia de zambombas, de visitas a colegas, de comidas con la familia, de chapuzas de última hora en casa y de pelis por alquilar. Y llegó el viernes. Ya, cuando desperté, me noté algo raro. Estaba fatigado, cansado. Me dolía la cabeza. ¡Habré dormido mal!, pensé. Me fui al trabajo intentando olvidarme de ese malestar pero, a medida que pasaba la mañana se acrecentaba cada vez más. No podía ser. ¿Alguien tiene un frenadol o algo que se parezca?.
Poco a poco se acercaba el momento de marcharme de puente y los síntomas eran ya muy evidentes. Me despedí de los compañeros. Alguien dijo: ¡Vaya trancazo has pillado… Y a las puertas del acueducto. Qué mala suerte…!. Le sonreí irónicamente y ni siquiera le contesté. Me fui a casa con la firme intención de tenderme en el sofá, tomarme algún antigripal, un caldito bien caliente y taparme hasta las orejas. Si es un simple resfriado, mañana o pasado estaré bien –pensé- y aún tendré tiempo para disfrutar del domingo, del lunes y del martes. No estaba todo perdido. Pero no remitía. Ni el caldito, ni el frenadol, ni la mantita hasta las orejas. Antes al contrario la situación iba empeorando por minutos. Tenía fiebre. El termómetro marcaba 39 y tiritaba hasta en el carnet de identidad. A esas alturas, pese a mi obstinación por negarlo, el diagnóstico era muy claro. Tenía gripe. No sé si la A, la B o la C, pero la había pillado. Y entonces me acordé de él. Fue una semana antes. Era lunes y estaba en el cine. Se pasó toda la película tosiendo detrás mía. Recuerdo que me giré para mirarlo pero siguió. Fue él quien me la pegó. ¡Como lo vea otra vez, se acuerda…!.
Hoy jueves me encuentro mejor y he venido a trabajar, pero me he pasado el acueducto con el clínex en la mano, los ojos entornados y llorosos, el fastidioso dolor de músculos y ese perenne martilleo de cabeza que no me dejaba ni a sol ni a sombra. También es mala suerte. Para un puente que había hecho planes… Y para colmo, la peli del cine era malísima…
No hay comentarios:
Publicar un comentario