(Artículo publicado en Viva Jerez el 7/2/2013)
Me gusta la palabra “Tabanco”. Es jerezana y me suena a
solera, a vino y trasiego, a cante por bulerías al compás de unos nudillos que
golpean un ajado mostrador de madera. A la cultura de un pueblo, el jerezano,
que une genio y arte, cadencia y alegría. Acostumbraba, en mis tiempos mozos, a
recorrer uno a uno los viejos tabancos de Jerez. Acompañado de mi fiel amigo
Pedro, establecíamos una ruta por esos sugestivos refugios de nostálgicos por
donde parecía que nunca pasaba el tiempo y en los que se bebía vino a granel,
servido en “vasos o vasucos” directamente de la bota acompañado con queso,
sardinas en salazón y arencones en papel de estraza. Recuerdo “La golondrina”,
en la barriada de La Plata; el tabanco de los Páez, en la calle Juan de Torres;
los “Pare y Beba” que proliferaban por toda la ciudad; los tabancos de Antonio
Martín “El Nono” y “El Gallego”, en San Agustín; “La pandilla”, en calle
Valientes; “El guitarrón” en calle Doctrina; el Tabanco “Eloy” en la calle
Bizcocheros; y decenas más de unos despachos de vino que en otros lares
denominan tascas, tabernas o cantinas. Pero permítanme que hoy me centre en los
únicos que, como tales y guardando la esencia del pasado, quedan abiertos en la
ciudad. “El Pasaje”, en calle Santa María y “San Pablo” en la calle del mismo
nombre.
El primero continúa fiel a su tradición centenaria despachando el vino
(por cierto que tienen un palo cortado de Maestro Sierra y un amontillado de
Viña La Constancia… de impresión, oigan) acompañado de alguna tapa de queso,
chacinas o frutos secos. El buen flamenco, el de aquí, es otro sugerente
atractivo con el que nos deleita periódicamente este tabanco con sabor y olor a
Jerez. El segundo (que muchos siguen
denominando Tasca San Pablo, en vez de Tabanco) es uno de mis lugares de culto
enológico y de charla animada con mis amigos de siempre. Un amontillado,
acompañado por unas aceitunitas y unos cacahuetes, me hacen revivir cada vez
que me adentro en este establecimiento mientras observo sus carteles de toros y
sus anuncios de unos vinos que ya desaparecieron en la noche de los tiempos. A
Jesús te lo encuentras en ocasiones detrás de la barra, sirviendo animadamente
un “vaso” o una tapita de chicharrones. Otras, charlando con sus
clientes/amigos al otro lado. Jóvenes y
mayores deambulan cada día entre los bancos de madera vieja, mientras las
palomas entran y salen con un medido descaro a la caza de algún resto de
cacahuete en el suelo y un tímido rayo de sol se cuela en el interior.
En
Jerez, de un tiempo a esta parte, han aparecido otros como el Tabanco Plateros,
La Bodega, La Sureña, San Pedro o el que próximamente abrirá sus puertas en la
plaza Rafael Rivero: el Tabanco de mi buen amigo César. Me alegra el renacer de
estos lugares de culto tan jerezanos y que, además, el Ayuntamiento los haya
apoyado dando un paso adelante y fomentando una interesante ruta por ellos. Yo
me apunto el primero. Mi amigo Pedro, seguro que me acompaña…
Desde Jerez Sin Fronteras nos apuntamos vosotros/as también al renacer del Tabanco, al renacer de la cultura desde Jerez ;)
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