Que no. Que nadie se equivoque. Que
nada volverá a ser lo que fue. Que todos, tanto usted como yo, la sociedad en
general, la economía… Todos hemos cambiado y nada volverá a ser lo mismo.
Cuanto antes nos demos cuenta, mejor. Se acabaron los sueldos de miles de euros
y pluses por casi todo, los altos tipos de interés, el pisito en la playa y un
mes de vacaciones pagadas. Atrás quedaron las mariscadas “vamos que nos vamos y
ponme otra de gambas blancas” en Romerijo, los viajes a Cancún que “pa eso está
la tarjeta de crédito”, las tres hipotecas, el kárate del niño y las clases de
ballet y de hípica de la niña, la casa en el Rocío con mucho jamón “del bueno”
y muchos langostinos de Sanlúcar.
Que no. Que igual alguno de los que ahora
leen esto se pueden permitir alguno de estos “lujos”, pero no todos, que la
cosa no está para tirar cohetes. Que ahora ser licenciado en derecho, en
medicina o en arquitectura no te da pasaporte directo para vivir en Montealto y
codearte con los Domecq. Y que incluso tener este apellido, no te garantiza ir
a las fiestas de postín en Jerez, sobre todo porque ya casi no hay fiestas de
postín. Que ya no queda dinero ahí fuera y si lo hay lo tienen unos pocos, lo
de siempre, esos que miran a los de abajo por encima del hombro. Que el dinero
que nos queda está bajo una losa o en una cuenta corriente al 1%. Que preferimos
arreglar el coche antes de comprarnos otro nuevo, no vaya a ser que… Que a los
niños un día a los cacharritos de la Feria (el miércoles que es más barato) que
no está la economía para farolillos. Que a mi primo Manolo la empresa le ha
aplicado un ERE y ahora está echando curriculums a diestro y siniestro y no
encuentra nada; que a mi amigo Juan se le ha acabado el paro y está cogiendo
caracoles para llevar algo a su casa y que mi cuñada trabaja diez horas de
media por 500 euros y cállate que hay cola ahí fuera esperando. Que nadie habla
ya en tono despectivo de los “mileuristas”. Que mi hija estudia alemán por si
tiene que coger la maleta y buscarse la vida con la teutona de Merkel. Que
tenemos miedo en el cuerpo por lo que vaya a pasar. Que llevamos oyendo hablar
años de los brotes verdes pero que por mucho que escarbamos no aparecen. Que
los bancos no dan crédito y ni siquiera una mísera sartén de teflón por
ingresar allí tu dinero. Que hemos hipotecado la dorada vejez de nuestros
mayores poniéndoles la mano cada vez que cobran a primeros de mes. Que cada día
nos levantamos con ganas de decir hasta aquí hemos llegado y vamos a comernos
el mundo y seguro que saldremos de esta, pero la calle es la calle, y las
historias que en ellas nos cuenta nuestra gente es para tirar la toalla.
Todo
ha cambiado. Dicen que esta nueva generación será primera de la historia cuyos
hijos vivirán peor que sus padres. Me da miedo, tristeza. Habrá que
reinventarse, supongo. Y cambiar el chip. Y plantar nuevas semillas que nos
descubran nuevas sendas. En fin, no me tengan en cuenta. Hoy me he levantado un
poco tristón. Mañana, mañana será un nuevo día.
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