(Artículo publicado en Viva Jerez el 12/12/2013)
Que la cosa está malita es de sobra conocido
por todos. No hay reunión en la que no se hable del miedo que se nos ha
instalado en el cuerpo ante un presente negro negrísimo y un futuro peor aún si
cabe, sin luz al final del túnel y sin brotes verdes que nos señalen un
horizonte despejado. Todos conocemos a decenas de amigos, conocidos o
familiares a los que un expediente de regulación les ha puesto de patitas en la
calle.
Es posible que usted sea uno de ellos y ahora esté leyendo este artículo
asintiendo con la cabeza mientras se pregunta quién demonios lo va a contratar
con la edad que tiene. Igual es usted uno de esos que apostaba por jubilarse en
la empresa en la que trabajó toda la vida, y ahora tiembla tras el último
recorte salarial y no las tiene todas consigo al ver cómo está el patio. O es
un pensionista que, tras toda una vida cotizando, se ve ahora con cuatro perras
mal contadas que debe compartir con unos hijos en paro que vuelven a casa todos
los días para comer y cenar acompañados de su familia. Quizás seas un joven
estudiante a punto de terminar la carrera que observa con miedo el frío que
hace fuera, en una calle vacía de oportunidades; o bien eres un licenciado con
tres idiomas y dos másters y dispuesto a repartir pizzas tras haberse dejado
las suelas y las ilusiones echando curriculums. Sinceramente no sé qué va a
ocurrir ¿Alguien lo sabe?. Los que entienden de macroeconomía (esos que un día auguraban
la fecha de salida de la crisis) hace tiempo que tiraron la toalla y ya nadie
les cree. De los políticos, en general, mejor no hablar, porque sus acciones, o
mejor dicho, sus omisiones los definen. Creo, como muchos, que la política es
este país habría que refundarla, o mejor dicho, refundirla como las campanas.
Solo así volveríamos al concepto griego que preconiza la democracia real, el
poder (kratos) del pueblo (démos). Porque probablemente lo peor de
todo esto sea el hartazgo, el cansancio, la conformidad que se ha instalado en
esta sociedad. De vez en cuando surgen movimientos como el 15M que nos inyectan
esa energía necesaria para alzar el puño y luchar por lo que nos corresponde,
pero al poco se diluyen como azucarillos en el café, se desinflan arrastrados
por esa marea de desaliento viral que nos contagia a todos. No me pregunten
cómo debemos salir de ésta.
Desgraciadamente no tengo una varita mágica. Soy un
simple periodista que en ocasiones dibujo en una columna la realidad que me
rodea, sin ambages, sin edulcorarla lo más mínimo. Aunque el sentido común me
dice que o pegamos un puñetazo en la mesa y decimos basta ya y hasta aquí hemos
llegado, o el barco se va inexorablemente a pique. Y eso se logrará cuando todos,
y cuando digo todos es todos, nos levantemos y rememos en una sola dirección,
sin hacer la guerra por nuestro lado, dejando atrás el pesimismo y exigiendo lo
que nos pertenece como seres humanos. Por sentido común.
Lo único bueno de este desastre, es que ha despertado en todos las conciencias y la solidaridad...
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