miércoles, 18 de noviembre de 2009

La paja en el ojo ajeno

(Artículo publicado en Viva Jerez el 19/11/09)

He repetido alguna vez que tengo una relación amor-odio con esta ciudad. Esta aparente contradicción, que tiene una base empírica de más de 40 años, hace que Jerez me atrape, me cautive entre sus fronteras invisibles pero, casi en paralelo, me ahogue y presione de tal forma que, en ocasiones, precise salir para tomar aire fresco. Considero que el amor pasional que tengo por la ciudad que me vio nacer me capacita para criticarla cuando lo crea oportuno. Y lo pienso hacer ahora. Me voy a referir, en particular a esos que se permiten el lujo de opinar, de interferir gratuitamente en tu vida privada porque conocen al primo hermano del cuñado de tu tía abuela.


Esos que ven la paja en el ojo ajeno y hacen de esa máxima una forma de vida. Esos que critican tu forma de vestir, de actuar o de comportarte. Personajillos de pueblo sin estación que te dicen a la cara que son muy tolerantes, que jamás se meterán en la vida de los demás y que cada uno puede hacer con su vida lo que quiera… y que, cuando les das la espalda, te clavan el puñal de la falsedad y la traición denostando ante terceros tu forma de actuar en la vida. De esos, desgraciadamente aquí en Jerez, los hay a patadas. Justifican su mediocridad mirando furtivamente a través de la cerradura ajena. Presumen de conocer la vida y milagros de los que les rodean y la cuentan en los foros menos indicados siempre con las mismas coletillas: “no se lo digas a nadie, pero resulta que fulanito…”, “me ha contado que menganito…” o “¿Te has enterado de que…?. Actitudes que probablemente sean inherentes a nuestra más secular tradición pueblerina, pero que provocan una sensación de ahogo cuando las padezco en primera persona o cuando afectan a la gente de mi entorno más cercano.


Y es que Jerez, y lo digo sin ambages, sigue siendo un pueblo. Entiéndase esta sentencia con el mayor cariño que le profeso y con la doble lectura que puede adoptar este término. Confieso que me atrae la acepción más entrañable del término, esa que va íntimamente ligada a adjetivos como bienestar, calidad de vida, cercanía, tranquilidad o comodidad. Es el otro sentido de la palabra pueblo, ese que vive por y para el “qué dirán”, el que me produce ese desasosiego interno que me obliga a respirar aire fresco en ciudades donde puedes pasear sin una mirada en el cogote y sin el comentario en voz baja de uno que conoce al primo hermano del tío de tu cuñado.


2 comentarios:

  1. Has dado en el clavo. Es cierto que Jerez sigue siendo un pueblo en muchos aspectos, y no en los más deseables, como bien apuntas. Otro pequeño defecto jerezano (y lo digo con cariño), es que no siempre saben valorar lo que tienen. Un cierto desapego innato por las cosas.

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  2. Hola, mi nombre es David ,creo que lo has rematado muy bien, pero además al jerezano, le gusta de aparentar lo que no es, y además de eso es poquísimo crítico con lo suyo y los suyos, demasiado conformista,pero en fin es lo que hay,esto aparte de lo físico NO ES EUROPA.

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