¿Sabes quién se ha muerto? ¡No! ¿Quién? ¿Dime? Un par de
segundos negando con la cabeza, los ojos entornados y, a continuación dices ¡No
te lo vas a creer. Es muy fuerte! Y otros dos o tres segundos más de intriga,
hasta que al final lo sueltas. ¡Se ha muerto… Fulanito! Se espera entonces unos
diez o quince segundos a que la otra persona acabe de mostrar su sorpresa
llevándose la mano a la cabeza, girando el cuerpo en señal de negación y
afirmando que no puede ser, que la vio hace un par de días y que la saludó y la
encontró bien y bla, bla, bla… ¿Y de qué ha muerto? Es entonces cuando el
interlocutor, tras otros segundos de suspense “dosifica” la información para
darla poco a poco. ¡Pues en un accidente! Y ahí se para aguardando a que la otra
persona le pregunte ¿Pero cómo ha sido? ¿Cuándo? ¡Pues mira que te lo explico…!
Que levante la mano el que no haya caído consciente o inconscientemente en este
“juego” de poder que implica que sé algo que tú no sabes. Y es que tener una
información privilegiada, sobre todo si implica una desgracia, un secreto
inconfesable o un suceso desagradable, nos sitúa en una posición superior al
menos durante esos segundos. Es inherente al ser humano y tan antiguo como el
mundo. ¿Sabes quién se ha divorciado? ¡No! ¿Quién? ¡Bueno, bueno, cuando te lo
cuente no te lo vas a creer, porque parecían la pareja perfecta y…! Ejemplo
como éste hay muchos. Alguien dijo que las buenas noticias no son noticia. Nada
más que tienen que poner el telediario de cualquier cadena: Asesinato de
escolares en Estados Unidos, crisis política en Cataluña, juicios por casos de
corrupción, muertes por violencia de género, desaparición de personas,
accidentes en carretera, subida de la luz, el huracán que ha destrozado media
costa, manifestaciones de pensionistas y policías…
Al ver esto, uno se
pregunta. ¿Es ésta la realidad que nos rodea o es una realidad solo parcial y
sesgada? ¿Es que no hay buenas noticias que dar? Sí que las hay pero no captan
la atención del público. Hace años en España apareció un diario llamado “Las
buenas noticias”. Duró escasamente dos meses porque nadie lo compraba. Sin
embargo, y muchos lo recordarán, el periódico “El Caso” estuvo 45 años dando
malas noticias y sucesos de todo tipo y cuanto más truculentos… más subía la
tirada… y la venta de ejemplares. A veces me pregunto el papel que los
periodistas tenemos en esta línea negativa en la que parece haberse anclado la
prensa en general, y si debemos alterar esta tendencia a fin de ser más
positivos en una sociedad de la información que “devora sucesos”, los rumia y
los replica a quienes no han tenido la “fortuna” de conocerlos. En todo caso,
podemos empezar por confirmar y contrastar las noticias para evitar ciertos
bulos que, en determinados casos, pueden llevar a crear una alarma social
injustificada.