jueves, 10 de abril de 2014

LAS GAFAS DE CERCA


(Artículo publicado el 10/4/2014 en Viva Jerez)

Me he resistido como un jabato, pero al final he tenido que transigir. Meses en los que me engañaba a mí mismo haciéndome creer que esta situación era transitoria y que al cabo del tiempo volvería a verlo todo con claridad. Pero nada. Supongo que tantas horas delante del ordenador y leyendo por las noches hasta altas horas de la madrugada desgastan la vista de cualquiera (de cualquiera que ronde el medio siglo, quiero decir). Ya últimamente tenía que entornar los ojos para ver con claridad  a la vez que alejaba la vista cada vez más del libro y de la pantalla. Además, pensé que ese constante dolor de cabeza al terminar la jornada podría derivar de todo esto. Así que finalmente, y a regañadientes, le hice caso a mi mujer y fue a la óptica. “Aquí, mi marido, que no ve bien de cerca”. La primera en la frente. “Que no, que no es para tanto, que únicamente es que cada vez me tengo que poner más lejos del ordenador o del libro para poder leer bien, nada más”. Sonrisas de la óptica y de mi mujer. “Entre conmigo a esta habitación y le vamos a hacer unas pruebas”. Y allí estaba yo, con unas gafas redondas muy pesadas al estilo Rompetechos cuyas lentas cambiaba la chica una y otra vez preguntándome si veía bien las letras y símbolos de la pared. Hasta que sucedió. De repente, una perspectiva del mundo casi olvidada regresó a mi retina con una claridad exultante. Después de años viendo el mundo de una forma, ahora se me presentaba con más color, con más luz, con más contraste. Y para colmo, eran las lentes para ver de lejos, cuando mi intención primera era para ver bien de cerca. “Pues va a ser que necesita usted gafas para conducir y para leer” ¿Cómo? No ¿Yo con gafas? “Usted debe haberse equivocado. Yo veo lo traspuesto”. Paradójicamente esto último se lo decía a la óptica mientras la observaba con esas gafas redondas… perfectamente graduadas. En fin, que allí estaba yo. En el mostrador de la tienda viendo pasar decenas de gafas de todos los tamaños y todos los estilos para ver de cerca y para ver de lejos. “Bienvenido al mundo de las gafas, las monturas, las patillas, las fundas…”, me dijo mi mujer sonriendo. Y aquí estoy ahora, escribiendo este artículo en el ordenador con mis gafas de montura plateada y un cordoncito que cuelga tras el cuello para que no se me extravíen. Y en el coche, en una fundita, las que utilizo para ver de lejos, sobre todo para conducir de noche. Ayer me miré al espejo y casi no me reconocía. Me vi más canas, más arrugas con las gafas nuevas. Así que me las quité y creo que desaparecieron por arte de birlibirloque. Creo que me estoy obsesionando. Me las acabo de quitar. Ea, boy a acaber exte articul sin prablemas, aunqe dispoes me doela la cavesa. ¡arriesgao que es uno…!.

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