miércoles, 21 de noviembre de 2012

BICICLISTAS


(Artículo publicado en Viva Jerez el 22/11/2012) 
Ocurrió hace algunas semanas. Voy de vuelta del trabajo por calle Porvera cuando observo la siguiente escena. Una joven pasea a su bebé en el carro cuando, de repente un ciclista, sorteando peatones por la acera, se desequilibra e impacta levemente contra el cochecito. Imagínense, con razón, las airadas voces de esa madre que creía estar segura con su hijo en la acera. Afortunadamente todo acabó en un susto. Antes de que nos diéramos cuenta el ciclista se había vuelto a montar desapareciendo a gran velocidad mientras la multitud le increpaba. Alguien que me reconoce me dice: “Esteban, escribe algo sobre esto. Ya está bien la impunidad con la que los ciclistas circulan a toda velocidad por la acera. Estoy harto de pegar saltos y asustarme cuando me "tocan" el timbre para que me aparte, aún caminando por mi derecha y en la acera”. 

Desde ese día he prestado más atención y he observado cómo han proliferado las bicis por las aceras de calles peatonales como Larga o Algarve, o en plazas como Plateros o Arenal. Vamos por partes. Al ser considerado un vehículo, y según la normativa, la bicicleta debe circular por los mismos sitios y en las mismas condiciones que otros medios de transporte mecanizados; esto es, por la calzada o carril bici si lo hubiere. Las aceras son el lugar natural del peatón y no el del ciclista que las invade. Bien es cierto que muchos ciclistas suelen “huir” de la calzada hacia la acera por el peligro que supone circular junto a los coches. Un vacío legal “permite” su presencia en las aceras siempre que transiten a paso de peatón, respeten una distancia mínima y bajo la premisa del “sentido común”. Y aquí empieza el problema. Por un lado, la mayoría de ciclistas campan a sus anchas por las aceras y no precisamente a paso de peatón. Por otro, éstos no tienen interiorizada (y no tienen por qué tenerlo), la presencia de ciclistas en las aceras. No prevén que un ciclista les vaya a aparecer inesperadamente al girar una esquina (un camarero que sale para servir una terraza, una madre que pasea a su hijo o una persona que sale de una tienda o del portal de su casa). 

Opino que no debe perjudicarse a la mayoría que disfruta de la tranquilidad de un paseo con sus hijos o sus mayores que, en ocasiones, se sienten intimidados por ciclistas que los adelantan por ambos lados, a velocidad inadecuada, sin respetar la distancia reglamentaria, y a bordo en algunos casos, de recias bicicletas de montaña. No me cierro en banda en este asunto (porque también soy ciclista), pero la falta de acuerdo entre ambas posiciones y el libertinaje del que hacen gala cada vez mas ciclistas por las aceras, hacen necesaria una ordenanza que regule, de una vez por todas y de manera clara y concisa, la circulación de bicicletas, tal como sucede en otras ciudades de nuestro país. 

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