miércoles, 12 de octubre de 2011

JUEGOS DE CALLE

(Artículo publicado en Viva Jerez el 13/10/2011)
Echo de menos jugar en la calle. Dar patadas a un balón entre los adoquines, con las rodilleras cosidas en los rotos de los pantalones, e intentando marcar algún gol entre un jersey doblado y la cartera del cole que, bien situadas en el suelo hacían de portería y que teníamos que recoger cuando pasaba algún coche… muy de vez en cuando. Aún recuerdo a las chicas con coletas jugando al elástico o a la cuerda mientras cantaban “Al pasar la barca, me dijo el barquero…” o “El cocherito leré...”. Aquellas tardes en el barrio de San Mateo jugando al “esconder” o a la “botella” entre las callejuelas de Rincón Malillo o en la plaza de los Ángeles mientras comíamos bocadillos de chocolate “La campana”… La calle y las plazoletas era nuestro mundo.

Probablemente porque las casas de vecinos eran muy pequeñas como para permanecer todo el santo día dando la lata a los padres, o quizá porque la tele tenía una programación limitada a unas horas. O porque no existía la Play, el video, la wii o internet con su feisbuq, tuenti o el tuiter. Lo cierto es que estábamos deseando salir a la calle a jugar a los sheriff, al beisbol o a los bolindres. Y cuando llovía, escondernos en la casapuerta a esperar a que escampara mientras jugábamos a las chapas. En la calle había risas, voces, gritos, balonazos, carreras furtivas en las bicis BH plegables. Recogíamos cartones de la puerta de la droguería o de la ferretería para venderlos al peso y comprar en los puestos de chucherías los regalís a diez céntimos, chicles Cheiw a cincuenta y sobres sorpresa a peseta. Nos subíamos a una tapia frente al Terraza Tempul para ver “de gorra” las películas de Nadiuska y Susana Estrada mientras comíamos pipas o altramuces. Les subíamos las faldas a las niñas para ver el color de las braguitas (casi siempre nos llevábamos alguna bofetada, pero valía la pena), hacíamos cabañas en algún descampado o en el corral de la casa de vecinos o nos reíamos de los despistados negros de la base que preguntaban en medio español medio inglés por dónde quedaba la calle Rompechapines.

Reconozco que eran otros tiempos y que para los que peinamos alguna que otra cana cualquier tiempo pasado fue mejor. Sonrío cuando lo recuerdo y ello me lleva a añorar una niñez sin problemas, sin crisis, sin fantasmas de eres sobrevolando la ciudad. Porque reconocerán conmigo que las cosas han cambiado para peor. Ningún padre (esos mismos que de niños lo hicieron) estaría hoy día tranquilo dejando toda la tarde a un crío jugando en una calle llena de “peligros”. Preferimos tenerlos cerca de la tele, en el ordenador, controlados, no vaya a ser que les pase algo en esas calles de Dios. Es probable que no tuviéramos tantos juguetes, ni tanta televisión, ni tanta electrónica, pero me pregunto si éramos más felices… Yo lo tengo claro, aunque reconozco que tiene que ver con los años. Pero ¿Y ustedes?.

1 comentario:

  1. ¡Cuánta añoranza!, y yo que soy un "poco" mayor, no conocí la televisión hasta los 13 años. Me has hecho revivir aquella época dorada, con menos posibles, pero vista desde ahora creo que los niños teníamos menos cosas materiales y más valores morales, valorábamos mucho más lo poco que teníamos.
    Un saludo
    Carmen Franco

    ResponderEliminar