(Artículo publicado en Viva Jerez el 27/6/2013)

No veíamos a cinco metros y eso dificultaba la bajada. La niebla era cada vez más espesa. El peligro de exponerse a bajar sin visibilidad alguna nos hizo, tres horas más tarde, sentarnos bajo unos árboles a esperar. Pasaron los minutos y las horas. Y se hizo, esta vez sí, la noche. Con frío, hambre y miedo pasamos los peores momentos de nuestra vida, en silencio, esperando un milagro, porque entonces no había móviles para alertar a las familias ni a la Guardia Civil. Era media noche cuando, de repente, Luis creyó oír algo. Suena como… No se… Pusimos el oído pero no escuchamos nada. Yo mismo, poco después, creí ver a pocos metros una luz que desapareció al instante. Mantuvimos un silencio sepulcral aguardando a que regresara la luz y el sonido… y lo hizo. Iba y venía. Ahora sí que podíamos escucharlo y provenía del mismo sitio que la luz. Nos miramos. En esa época éramos fans de los programas radiofónicos de ovnis, ciencias ocultas y todo eso. Nadie se atrevía a decir nada, pero pensábamos en algo sobrenatural. Jorge se envalentonó y midiendo sus pasos, se dirigió despacio a la fuente del sonido y de la luz. Detrás, cogidos de la mano, Luis y yo. Avanzamos lentamente mientras la luz y ese sonido se hacían cada vez más fuerte y cercano. De repente, allí estaba eso.
En medio de la niebla no alcanzábamos a ver qué era, pero se movía acompasadamente, desprendía luz y emitía un sonido que… parecía ¿música?. Tragamos saliva y nos acercamos más. ¿Dire Straits?, dijo Luis. ¡Pero si es un coche aparcado! dijo Jorge. Me acerqué y miré en su interior, algo que no sentó muy bien a la parejita que en ese momento retozaba ajena a nuestra presencia. Tras la sucesión de gritos por parte del joven, explicaciones por nuestra parte, sentimos haberles interrumpido, dónde estamos, a dónde lleva esta carretera, tienen agua o comida, etc… les pedimos amablemente que nos llevaran al pueblo más cercano. Durante el camino a Benamahoma ninguno habló de ovnis ni de seres extraterrestres pero sin duda, durante unos minutos, esa idea había rondado nuestras cabezas. Sonreí entonces, y aún hoy lo hago cuando recuerdo la luz, el sonido y el “movimiento acompasado” de ese vehículo en medio de la espesa niebla.