Artículos y otros comentarios de un periodista del Sur que un día se marcó una senda Sin Límites
miércoles, 16 de noviembre de 2016
VILLALUENGA
Son las once. ¡Hasta mañana familia!
Camino de vuelta y al pasar por lo de Juan y Mara, el de Valladolid que me pega
una voz. Esteban ¿Un gin tonic en La Espuela? De perdidos al rio, me digo. Un
futbolín, dos copas largas cada uno y a las doce para casita. En ese momento,
un mensaje al whatsapp del grupo de jerezanos “Villaluenga de la Frontera”. Es
mi colega Mauri ¡Quillo, para mañana barbacoa en Los Alamillos! Vamos todos., Mucha
carne, quesito payoyo, cerveza, tintito y vamos que nos vamos! Cristina llevará
unas sardinitas que ha comprado en la plaza. No puedes faltar. Compra pan y
unos dulces en lo de Pepi y tráete ese whisky que tú tienes, que yo pongo la
cocacola. Y pienso ¿Lectura, descanso, senderismo? Al menos me queda la
chimenea, que ya va haciendo fresquito…
miércoles, 9 de noviembre de 2016
YO CONFIESO

Si. Lo confieso. Me ha costado mucho, pero al fin me atrevo públicamente a confesarlo. Creo que debo asumir una realidad que, inexorablemente, me persigue sin que pueda hacer nada por evitarlo. Es superior a mis fuerzas. Algo que me supera. Una y otra vez, y casi a hurtadillas, caigo en ese impulso irrefrenable a sabiendas que, a la postre, me producirá desazón y angustia por haber sucumbido a la tentación. Pero no puedo remediarlo. El sentimiento de culpa me persigue antes y después de la ingesta de esos productos. Mi cuerpo y mi mente me dicen que pare, que no es bueno para mi salud, pero el diablillo que habita sobre mi hombro izquierdo me susurra al oído “cómpralos, tómatelos, no seas tonto, para tres cochinos días que vamos a vivir…”
Los adquiero los fines de semana. Intento que nadie que me vea ¡Qué pensaría la gente si lo supiera! Los introduzco en una bolsita y, escondido en la chaqueta, los llevo a mi casa. Entro sigilosamente y, sin que nadie se percate, los guardo en el rincón más oculto. En un lugar alto, inaccesible para los niños. Cuando nadie me ve, cuando todos duermen plácidamente, cuando la luna oculta con su sombra la luz de mi pecado, me transformo cual Doctor Jekyll en un auténtico Mister Hyde, y comienzo mi ritual. Todo empieza cuando tomo la bolsita y la miro con inusitada exaltación. Todo el cuerpo tiembla pensado en el efecto que se avecina. Con un ritual casi medido me siento en el sofá. Miro a mi alrededor. Pienso en lo que me espera y una sensación de bienestar, de pasmoso regocijo recorre mi cuerpo. Entonces lo abro. El olor que desprende me embriaga. Cierro los ojos y, tras unos segundos, los vuelvo a abrir. Vuelvo a mirar a diestro y siniestro ante la posibilidad de que alguien pueda verme. Y entonces me llevo uno de ellos a la boca. El paladar comienza a sentir múltiples sensaciones. Los muerdo, los saboreo una y otra vez. Son de todos los colores, sabores y texturas.
Pero tienen algo en común que los hacen irresistibles. Respiro hondamente y vuelvo al festín. Finalmente, veo el fondo de la bolsita. Curiosamente, el último es el que sabe mejor. Me chupo los dedos y vuelve a aparecer el sentimiento de culpa. Pero, que me quiten lo bailao. Mañana comenzaré el régimen… Sí, lo reconozco. Lo confieso públicamente. Tengo una adicción irrefrenable a consumir… ¡Chucherías, golosinas, regalís, gominolas, frutos secos...! No lo hago habitualmente ¡No se vayan a creer! Pero cuando lo hago, la culpa me persigue. Ahora bajo la cabeza y entorno los ojos ante ustedes. No se lo digan a nadie y, por favor, no me lo refieran cuando me vean por la calle. Se me caería la cara de vergüenza. Ahora les dejo. Es jueves, mañana viernes, se acerca el fin de semana y alguien me susurra en el oído izquierdo…
jueves, 27 de octubre de 2016
JALOWIN
Monstruos, zombies, muertos vivientes, manos amputadas,
tumbas abiertas, calabazas con luces,
sangre y más sangre… ¡Uh, qué miedo, por
Dios, oh! No. No puedo. Lo siento, pero no trago, no lo acepto, no comulgo con
lo que pasará la próxima noche de Jalowin. Probablemente porque éste que ya
peina alguna que otra cana ha “mamado” otras costumbres más nuestras ligadas al
día de Todos los Santos. Porque este “Jalowin” (lo escribo así a conciencia) es
una más de tantas otras fiestas “importadas de allende los mares” que alguien,
con gran éxito por cierto, decidió algún día introducir con calzador en nuestra
tradición. Porque reconocerán conmigo en que muchos de los padres que esa noche
vestirán a sus hijos de tal guisa desconocen el sentido real de esa fiesta.
Voy, si les parece, a bucear un poco en la historia. El origen de todo esto se
produce con la conversión de los pueblos paganos al cristianismo. Ellos se
negaban a abandonar sus fiestas y ritos paganos celebrados desde tiempos
ancestrales, como el Samhain, celebración realizada por los celtas que
coincidía con estas fechas. Cuando los cristianos tocaron tierras celtas,
pensaron que esta fiesta era un culto a Satanás. Para convencerlos de abandonar
esta creencia, el cristianismo adoptó el festival y lo convirtió en la
conmemoración de la víspera del día de todos los santos o “all hallow's eve”,
frase en inglés de la cual surgió el nombre de Halloween. Los colonizadores
irlandeses llevaron esta tradición a Estados Unidos y fue en el siglo XX cuando
se internacionalizó esta fiesta anglosajona retocada y reconvertida, a partir
de la década de los ochenta, siendo la que más dinero genera, después de
Navidad.
Pero estamos en España, donde estas fechas tienen un significado
endémico. La festividad de Todos los Santos representa, culturalmente, la
preparación para una nueva estación, el invierno, en que la naturaleza entra en
letargo, en un tipo de muerte aparente. En nuestro país, este día es de
recuerdo para con nuestros seres queridos que ya no se encuentran con nosotros,
día para visitar el cementerio y recordar a nuestros difuntos con flores, para
comer en familia y en Jerez para tomar los famosos “Tosantos”. Pero la aldea
global en la que estamos inmersos, esa misma que nos ha traído la Cocacola y la
comida basura, el gordo Santa Claus también llamado Papá Noel o el árbol de
Navidad, nos ha impuesto esta fiesta llevándola a nuestro propio portal, con
calabazas recortadas y escolares vestidos de negro con disfraces de bruja o de
momia que repiten el mismo mantra “truco o trato” que vaya usted a saber a qué
viene esa chorrada. No me gusta. No lo acepto. Y además, me da lástima de cómo
esquilmamos nuestras raíces, nuestras costumbres más arraigadas. Pero me tengo
que aguantar. Eso sí, tengo y lo ejerzo, el derecho al pataleo.
miércoles, 6 de julio de 2016
MALDICIÓN GITANA
Me envalentoné y volví a la senda de lava
hirviendo en que se había convertido a esa hora la calle. Hubiera dado mi vida
por una gorra o vendido mi alma por una Mirinda fresquita. Miré a mi alrededor.
Creo que me he perdido. En fin, para eso está el GPS del móvil. Metí la mano en
el bolsillo para cogerlo y ¡Ahhhh! Me costó volver a dejarlo en su sitio porque
quemaba tanto que se me quedó pegado como una calcomanía (aún me aparece en la
palma de la mano el anagrama de Samsung). De repente, como en cámara lenta, se
paró junto a mí en un semáforo un BMW blanco con una rubia espectacular en su
interior (tipo sueca, vamos). Su pelo ondeaba recibiendo el frío aire
acondicionado mientras abría una helada lata de Cruzcampo con su punto azul
brillante. Le dio un sorbo y giró la cabeza. Me sonrió, abrió la ventanilla y
acercándome la cerveza me dijo ¿Quieres una? Sube y te llevo a donde quieras… Vi
el cielo abierto. Creí en Dios, en el Dalai Lama, en Elvis y en todos los
dioses del Olimpo juntos.
Saqué pecho, encogí la barriga, puse la mejor de mis
sonrisas y… de repente, me adelantó por la derecha un moreno cordobés de metro
noventa, delgado, cachas y con una sonrisa perfecta, de esas de anuncio de
dentífrico. En fin que, visto lo visto, bajé la cabeza buscando un boquete para
meterla y disimulé como pude mientras observaba por el rabillo del ojo al
moreno y a la rubia tomándose unas cervezas mientras el BMW se perdía por la
plaza… Comprendí entonces que la culpa de que la rubia se fuera con el cachas
en vez de conmigo era de la maldición gitana. Si no, de cómo y de qué se iba a
ir con “ese”. No sé qué tenía él que no tuviera yo.
miércoles, 22 de junio de 2016
EL PACTO

Decenas de periodistas, cámaras, micrófonos. Todos aguardando ese momento que en segundos recorrería las redacciones de todos los medios de comunicación anunciando ese ansiado pacto. Atrás quedaban días intensos de negociaciones, de tiras y aflojas, de dame y te doy. Pero finalmente había llegado el día y una firma sobre un papel y un apretón de manos rubricarían una alianza que muchos esperaban… Bien podría ser éste el relato de una historia que podría narrarse antes de que finalizara este electoral mes de junio. Sí, estoy hablando del pacto al que están abocados los principales partidos que concurren el domingo a los comicios generales. Les confieso que me produce algo de desazón el día después. Las desaforadas exigencias de unos y el inmovilismo de otros podrían dar al traste, una vez más, a un proceso que si no llega a buen término perderemos todos.
Me gusta la política. Creo que el principal exponente de la democracia, con sus luces y sus sombras, es posibilitar a grupos heterogéneos de ciudadanos pensar diferentes modelos de país y ponerlos sobre la mesa para que usted y yo podamos decidir con nuestro voto el que más creamos conveniente. Con libertad, sin ataduras, en su sobre cerrado y con una papeleta doblada. Pero ¿qué ocurre el día después si ninguna de las opciones políticas ha obtenido la mayoría suficiente para gobernar en solitario? Pues ya sabemos lo que pasó la primera vez. Semanas y semanas de negociaciones donde primaron la soberbia y el orgullo frente al bien común. De uno a otro lado del arco político. Unos porque anteponían cargos (por cierto, poco acordes con sus ideales). Otros porque anteponían el “no” antes del “ya veremos”. Y otros haciendo bueno al perro del hortelano que ni comía ni dejaba comer. Lo cierto es que decidieron dar una patada al balón y volver a disputar el partido antes de mirar por el bien común. El domingo volvemos a las urnas (dicho sea de paso, me toca de presidente de mesa). Y el lunes me temo que volveremos a revivir el “día de la marmota” y las miradas volverán a estar centradas en los líderes políticos que una vez más estarán abocados a sentarse, dialogar y tragarse los dardos envenenados que dijeron y que les dijeron y que las hemerotecas se encargan de revivir.
Os aconsejo ver la serie televisiva “Borgen”, emitida por la cadena pública danesa. Narra, en clave de ficción, las interioridades y las intrigas de la política en este país. Lo realmente interesante de esta serie es comprobar el grado de democracia que han alcanzado en materia de pactos. Es lo normal y así lo asumen partiendo de la base de que cualquier partido desea lo mejor para su país, aunque difieran en la forma. Madurez política. Madurez democrática. Probablemente lo que ha faltado en este país en los últimos meses. Espero, con sinceridad, que las cinco líneas que encabezan este artículo se hagan realidad a partir del lunes. De lo contrario, sería para salir corriendo.
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